La pregunta, creo yo, no es si habrá que rechazarlos en algún momento, sino cuándo llegará ese momento: el día de decir que no puede venir nadie más.

La demografía tiene esas cosas. Mientras Europa se automatiza y baja su natalidad, los salarios no crecen ni tampoco disminuye el desempleo. por más que maquillen los datos, contabilizando como completas las medias jornadas, y otros trucos similares.

En cambio, al sur del Mediterráneo, la explosión demográfica es de tal magnitud que no hay sistema económico ni medio ambiente que la resista.

Egipto tenía 36 millones de habitantes en 1970. Hoy tiene 98. Nigeria tenía 55 millones de habitantes en 1970, hoy tiene 160 millones. Argelia tenía 13 millones de habitantes en 1970. Hoy tiene 42 millones. Marruecos tenía 14 millones de habitantes en 1970. Hoy tiene 33 millones. Costa de Marfil tenía 5 millones de habitantes en 1970. Hoy tiene 20 millones.

Cualquiera puede ampliar esta lista con un poco de paciencia, pero no vale la pena. La cuestión es que la presión demográfica en el Sur es tremenda, y lo es en un momento de relativa paz y relativa estabilidad, al menos a nivel relativo para su ámbito geográfico (y el nuestro).

Una verdadera crisis, ya sea climática, bélica o alimentaria, podría empujar hacia el Norte a no menos de 300 millones de seres humanos. Incluso sin esa crisis, se calcula que a día de hoy, sólo en África, hay unos 75 millones de personas deseosas de emigrar a Europa. Y lo cierto es que aquí no hay 75 millones de empleos libres, ni recursos para cubrirlos con nuestro bienestar social, ni capacidad de absorción cultural de semejante masa humana.

La cuota tendrá que llegar en algún momento, y la cuestión es preguntarse cual debe ser esa cuota, cómo se establece y de qué modo se hace cumplir, en las dos direcciones: haciendo que todo el mundo acoja a su parte e impidiendo, realmente, que entre ni uno más de los que la cuota indica.

Por razones de todos conocidas, y que a la vista están, no dejar entrar a nadie puede llevar al anquilosamiento (Japón), y dejar entrar a cualquiera, puede conducir al fascismo, por la reacción de la población local.

Cuanto antes se frene el descontrol mejor para todos. Sin cálculos torticeros, sin lagrimitas facilonas, sin medias tintas que sólo benefician a las mafias y a los que quieren abaratarnos parta comprarnos mejor.