Lo tocante a los migrantes es correoso y espinoso. Lo que unos jalean otros deploran. Lo que unos aplauden otros critican. El problema está en el 'café para todos' del que cada día se quejan más personas debido, al parecer, a las 'prebendas' sociales de que gozan, sin más ni más, buena parte de la población extranjera que acoge España. En Italia están empezando a cerrar todos los grifos, quizá porque Italia es, junto a España y Grecia, punto principal de llegada de estos argonautas del Siglo XXI que viajan en barcos de papel al albur de una ola generosa.

Yo creo que esta población que nos llega, en su mayoría huyendo del hambre y de las guerras, son necesarios, nos hacen falta, aquí y en el resto de Europa. Sólo que las cosas no se están haciendo bien ni en Italia, ni aquí, ni en el resto de Europa. A estas personas que ya sufren un terrible desarraigo, hay que subirles la autoestima, hacerles sentirse útiles a fuerza de darles responsabilidades o lo que es igual, trabajo. Lo que no se puede hacer, como vienen haciendo algunas autonomías, ante el cabreo y la desconfianza de los autóctonos es que, en lugar de darles la caña y que pesquen el pez suyo de cada día, les están dando el pescadito, todos los derechos habidos y por haber y ninguna obligación. Alguna que otra comunidad se lleva la palma en ese sentido.

Lo que no se puede ni se debe es caer en ese buenismo absurdo que algunos gustan practicar creyendo que todo lo que hacen y dicen los migrantes es poco menos que dogma de fe. De todo hay también en esa particular viña. Gente buena, gente regular y gente mala. Gente que por regularizar su situación serían capaces de vender su alma al diablo, cuando no vender el alma del vecino. Buena muestra de lo que aquí digo es lo ocurrido en Huelva. Cuatro temporeras de nacionalidad marroquí denunciaron haber sido víctimas de insinuaciones sexuales en tres casos y abuso sexual en el cuarto caso, por parte de su jefe, un empresario de la zona que prestó declaración de forma voluntaria ante la Guardia Civil, en calidad de investigado pero que no ha sido llamado a comparecer en sede judicial. ¿Por qué? Pues porque un total de 131 temporeras de la fresa denunciaron ante la Guardia Civil que el testimonio de sus compatriotas era falso y que lo hicieron a cambio de regularizar su situación en el territorio nacional.

Al parecer unos hombres por identificar las obligaron a mentir a cambio de los necesarios papeles para quedarse en España y así no tener que volver a Marruecos. Y mintieron. Y mordieron la mano que les estaba dando de comer. En lugar de denunciar prefirieron como tantos y tantos seres humanos el camino fácil de la mentira, aprovechando el estatus de migrante. No se pueden confundir las cosas y creer que se tiene un salvoconducto a la impunidad más absoluta o carta blanca para hacer y decir lo que convenga en cada momento. Así no. Así no vale.

Ciento treinta y una compañeras las han desmentido, las han puesto al descubierto. Ni maltrato, ni acoso, ni abuso sexual y laboral. Simple y llanamente, un trabajo remunerado que les permite, al final de la temporada, volver a su país de origen con más dinero del que nunca podrían soñar en el reino alauita. No en todos los hombres, por favor, subyace un maltratador, un acosador, un violador. No se puede aspirar a un trabajo y a regularizar la situación en España, con mendacidad.