Los mares y océanos ocupan más del 70% de la superficie de un planeta mal bautizado; no es Tierra sino Agua? Y no poca; con una profundidad media de casi cuatro kilómetros, uno podría pensar que es tanta que no parecería posible contaminarla globalmente, si acaso localmente. En esos casi 1.500 millones de kilómetros cúbicos de agua, lo dañino quedaría diluido hasta casi la nada? Pero no, hoy más que nunca la ONU nos recuerda que la alerta hace años que ha sido dada, y que pronto tendremos que dar la voz de alarma.

Desde luego, el mar es muy grande; si un kilómetro cúbico contiene mil hectómetros cúbicos, basta pensar que el mayor embalse de España, y el tercero de Europa, el de La Serena en Badajoz, sólo puede albergar, lleno hasta arriba, algo más de tres kilómetros cúbicos. O sea, el agua del planeta necesitaría 500 millones de embalses así?

Claro, la imaginación no nos da para tanto. Pero aun así, sabemos con certeza que ya somos capaces de envenenar la mayor parte de esa hidrosfera global. Y por eso empieza a cundir la desesperación entre los científicos y estudiosos del tema: los mares, a pesar de cubrir 360.000 kilómetros cuadrados -si un campo de fútbol mide media hectárea, el agua del planeta requeriría ¡720 millones de campos de fútbol!-, están gravemente contaminados en superficie y en zonas poco profundas, también hasta el fondo.

Por fin los organismos internacionales comenzaron a reflejar esa preocupación, nada reciente, de los expertos. La ONU inició en 2008 su particular cruzada para concienciar a los países miembros acerca de un problema que ya es global, proclamando el Día Mundial de los Océanos, tres días después del ya clásico, desde 1972, Día Mundial del Medio Ambiente.

El Día Mundial de los Océanos, celebrado el pasado viernes, tiene como lema "Limpiemos nuestros océanos"; algo a lo que ya alude desde 2014 la UE con su campaña "OUR OCEAN". El foco se pone, obviamente, en la contaminación por plásticos. A la campaña europea se han adherido determinadas empresas y numerosos acuarios, encabezados por los más grandes, como el Oceanogràfic de Valencia, que está siendo uno de los más activos, a través de su Fundación Oceanogràfic, en la lucha contra la contaminación por plásticos de ríos y playas, y sus campañas de concienciación dirigidas a toda la población y, por supuesto, a su casi millón y medio de visitantes.

La ONU nos recuerda la importancia de una hidrosfera en buen estado para la vida del planeta. Los océanos generan, gracias a la fotosíntesis, el 80% del oxígeno que respiramos, capturando en el mismo proceso buena parte del dióxido de carbono atmosférico. Contaminar la superficie marina con plásticos y otros residuos implica, pues, reducir ese fenómeno vital. Y por partida doble: reduce la producción de oxígeno y aumenta la cantidad de dióxido de carbono, cuya imprescindible presencia para la vida también influye, si es excesivo, sobre el efecto invernadero. Este efecto letal del plástico que contamina los océanos se suma, pues, al de las emisiones por combustibles fósiles para obtener energía.

Y aún más: el plástico abandonado a su suerte tarda muchos años en degradarse y, al hacerlo, suele formar residuos minúsculos, los microplásticos, que son digeridos por los organismos marinos, que acaban por enfermar o morir. Además, si los consumimos, acaban afectándonos gravemente también a los seres humanos.

Por eso la ONU quiere promover entre sus estados miembros iniciativas tendentes a prevenir la contaminación por plástico y a conseguir unos océanos más limpios. Sabemos que el 80% de esa contaminación es de materiales plásticos; casi nueve millones de toneladas -cifra muy conservadora, aun siendo enorme, según muchos expertos- llegan al mar cada año? Se estima que por esa causa mueren anualmente un millón de aves y cien mil mamíferos marinos.

¿Qué hacer? No hay nada mágico en la posible solución. Pero la ONU nos recuerda algo tan crucial como sencillo de enunciar y difícil de conseguir: usemos cada vez menos plástico y reciclemos lo que todavía tengamos que utilizar.