Como vivimos en la era más desinformada de la Historia a fuerza de aplastarnos el exceso de información, la noticia ahora parece ser el flamante Gobierno Sánchez, tan aparente y resultón. Pero eso, de momento y hasta que empiece a funcionar y producir frutos -o no-, es solo la anécdota. La gran noticia es lo que de pronto hemos dejado de ver: no está Rajoy, se ha esfumado Montoro, Fátima Báñez puede rezar en la intimidad, al frente de Justicia ha dejado de estar el descarado Catalá, etc. Una enorme sensación de alivio recorrió el país el pasado viernes. Lo que parecía imposible sucedió por fin. Saltó el tapón que todo lo obstruía. Las fétidas aguas estancadas volvieron a correr. Se abrieron las ventanas cerradas durante años. O lo que es lo mismo, el PP y su interminable ristra de casos "aislados" de corrupción se iba a casa, a su cuarteles de invierno, a purgarse, renovarse y relanzarse si es capaz. La mayoría parlamentaria que nunca tuvo por sus méritos electorales tras las dos últimas convocatorias, cuajó por fin en torno a una moción de censura, cuya necesidad era un clamor y una cuestión de higiene democrática. Y se pudo echar a quien se había revelado incapaz de dimitir, pese al asombroso número de veces que debería de hacerlo hecho por decencia: desde lo del SMS a Bárcenas hasta esa última e insoportable sentencia por una pieza, solo una, del caso "Gürtel". Hoy, sin duda, España es un país mejor y más sano desde una perspectiva institucional y democrática.

Lo cual no impide reconocer que la etapa que viene será de todo menos fácil. El país que nos deja como herencia el PP de Rajoy no es precisamente la maravilla que él quiere creer y que revindicó en su último discurso parlamentario. Dos o tres datos tan solo, extraídos de un concienzudo análisis que pueden leer en el medio digital ctxt.es y que firma Emilio de la Peña: Durante el mandato y medio de Rajoy las personas en riesgo de exclusión social, que ya con Zapatero quedaron en la cifra inadmisible de 12.104.691, subieron hasta los 12.634.519, lo que supone un incremento de más de medio millón; los hogares con pobreza energética, a su vez (los que no pueden encender luz, cocinas y calefacción todo lo necesario), aumentaron en más de 726.000 hasta alcanzar la barbaridad de 1.884.22 hogares españoles; el salario real cayó en un 5'1% y en lógica correspondencia los "asalariados pobres" son ya el 27'8% del total (cuatro puntos más de lo recibido)... No quiero cansarles con más números. Pero añadan los imparables recortes en Educación y Sanidad, tan visibles estos últimos cada vez que nos toca ir a que nos atiendan los asfixiados profesionales de los hospitales y centros de salud.

El gobierno socialista de Zapatero nos dejó ya un país tiritando por la galopante desigualdad que imponía la supuesta crisis, que es en realidad la estafa neoliberal secundada con entusiasmo por las instituciones europeas. Y los eternos seis años y pico de Rajoy nos han estado a punto de congelar. Eso es lo que deja atrás esta última y nada positiva etapa del PP, al margen de su propia e incansable propaganda y de su furiosa práctica de la posverdad. Veremos qué puede hacer frente a tanto destrozo el flamante Gobierno "monocolor" de Sánchez. No me hago ilusiones, ni creo que se las haga nadie. Con que no destrozara más hasta que haya nuevas elecciones me daría por contento. Pero su afán por mostrarse responsable, fiable y ortodoxo ante los grandes poderes económicos del país y europeos, visible en la cuidadísima composición de su Gobierno, no es muy tranquilizante. ¿Alguien se lo imagina enseñándole los dientes a la banca, a las eléctricas, a las telecos, a las farmaceúticas o al 20% de la población más rica que no ha parado de enriquecerse, a costa del 80% de la población restante, desde que triunfa el modelo económico ultraliberal?

Con todo, es tiempo alegre y de esperanza. Nos hemos librado del PP de Rajoy. Y eso hay que celebrarlo. Demos un tiempo al PSOE de Sánchez para que demuestre qué pretende y qué puede o se atreve a hacer con sus escasos mimbres parlamentarios. Su Gobierno, en líneas generales, pinta bien. A ver de qué es capaz y, sobre todo, a favor de quien.