En estos días, en los que los comentarios giran en torno a la formación del nuevo gobierno del que se está rodeando el nuevo Presidente Pedro Sánchez Castejón, la evidencia más sobresaliente es que prima el número de ministras, mujeres que van a regir la vida pública de los españoles. Esta composición del nuevo gobierno, del que se dice que es la primera vez que hay mayoría femenina, no quiere decir que las mujeres no hubieran destacado hasta ahora, pues mi punto de vista es que la mujer siempre estuvo en primer lugar desde el comienzo de la humanidad. Está fuera de toda duda que ellas alumbraron a los hombres.

Sin remontarnos demasiado en el tiempo, tomemos por ejemplo a una heroína del siglo XIX que destacó en la lucha contra la invasión napoleónica: Casta Álvarez Barceló, nacida de orígenes humildes, destacó en las labores de aprovisionamiento y logística de la defensa de la sitiada ciudad de Zaragoza, luchó activamente en acciones militares, especialmente contra los "Ulanos polacos", cuerpo de élite de la caballería del ejército de Napoleón. Cuando la caballería polaca amenazaba con penetrar en la ciudad a través de la Puerta del Carmen, Casta Álvarez y otros defensores zaragozanos se opusieron a su entrada consiguiendo rechazar al invasor francés.

Desde el puesto que ocupó en una batería situada en la trinchera, disparaba su carabina con serenidad, al mismo tiempo que, con animosas palabras, infundía valor a sus compañeros. Por los méritos contraídos en su actuación durante el asedio recibió el Escudo de Distinción y le fue asignada una pensión de cuatro reales diarios durante su vida por el régimen de Fernando VII, a propuesta del General Palafox, según Real orden de 30 de mayo de 1815, y también se le otorgó el Escudo de Defensor de la Patria.

Con la conmemoración del primer centenario de los sitios de Zaragoza en 1908, una calle de dicha ciudad recibió el nombre de la heroína y sus restos fueron inhumados en la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo en Zaragoza, junto a los de Agustina de Aragón y Manuela Sancho.

Ya en comentarios anteriores me he referido a la que fue heroína toresana por excelencia , Antona García de Monroy: Tras la decisiva Batalla de Toro, en marzo de 1476, algunos toresanos partidarios de la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos, se reunieron para plantear la posibilidad de la entrega . Enterado el Conde de Marialba de estas intenciones, mandó apresar a los líderes de la conspiración: Antona García y su esposo Juande Monroy, Pedro Pañón, Alonso Fernández Botinete y un pastor llamado Bartolomé. Antona García quedó encerrada en el convento de Santa Clara hasta la llegada de su ajusticiamiento, llevado a cabo ante 400 soldados en la Plaza Mayor de la ciudad. Juan de Monroy y el pastor Bartolomé consiguieron librarse de la pena de muerte.

Este es un caso que está más vinculado a la provincia de Zamora, pero en todo caso la toresana y la maña son dos ejemplos de mujeres con coraje y valor para estar en primera fila de la Historia.