Es imposible palpitar sin sentir admiración. Creo en las relaciones que no esclavizan, aquellas que comienzan guiadas por el presentimiento y alcanzan cotas altas de amor sublime. Hay muchas formas de relacionarse: la afinidad habla de aventuras comunes, la compañía de cuerpos presentes. Pero, en ocasiones, no vemos la diferencia y de la noche a la mañana, nos vemos compartiendo instantes con personas que no llegan a rozar ni el platonismo.

Las razones de dichos embrollos radican en la discordia constante de no relacionarse con un poco de inteligencia: churras con merinas, aceite con agua. Las personas selectivas iluminan su camino con gente de su igual. Quizá por esto, no se relacionan con todo el mundo, suelen buscar lo mismo que ofrecen... ¿Dónde se refugia lo auténtico? ¿En la brevedad de la palabra?

Somos el colmo de la contradicción, nos llegan más las palabras superfluas que los hechos profundos. Preferimos ser figurantes que protagonistas: así somos.

La materia de la que está hecha la decepción, con frecuencia, es la expectativa. Muchas relaciones nacen muertas, no nos damos cuenta hasta que el tiempo convierte la "fiesta" de la amistad, en una comitiva moribunda. Lo mismo sucede con las relaciones amorosas... La necesidad de compañía nos hace perder la cordura; hasta el punto de transformar en vínculo toda presencia cercana.

En el fondo somos lo que hemos mamado y vivido. Somos el trabajo de la genética, el orgullo de nuestro esfuerzo, la modorra de lo que creemos ser y lo que somos. Saber relacionarse es ver anticipadamente. No esperar nada de nadie. Comprender que junto al sol de la afinidad brota mejor la amistad y el amor. Con demasiada frecuencia confundimos ser selectivo con ser clasista. Y claro entre el espacio de las dos palabras vive la decepción. ¡Qué de relaciones fenecen cada año! La clave para llegar a lo más alto es trepar desde lo más bajo. A tono con el fondo están las emociones. A veces, la mirada se asusta de la felicidad y busca el camino de la melancolía. Cada morada es una lámina ilustrativa donde el cuerpo descansa y el pensamiento se intenta acoplar junto a las tiestos.

Me asusta la emoción que queda prendada de la fuerza expresiva de la vista. Junto a los ojos he visto el despojo de lo vulgar camuflado de arte. Aprender a reducir es andar con soltura; suprimir es dejar en el suelo una caja en vez de recogerla. La serenidad antes de ser serenidad fue martirio... El gesto íntimo de la tristeza no abruma al hombre que es roca en el desierto de la vida. El color negro tiene suaves claridades y se compenetra muy bien con el silencio. Los pensamientos de amor son imperativos en las horas bajas; la mente se consuela con el sacrificio de la añoranza. El alma que ama es imperecedera.

Aquí, postrada ante la desnuda calavera de la desesperación, pienso en el lenguaje secreto del amor y en Lope de Vega. De pronto, fermentó en el alma una fuerza volcánica; henchido el corazón de entusiasmo, con la idea de proyectar el sístole me acerqué... En el frío río lavé el dramatismo del prejuicio, llena de dudas, sin desmayar en mi propósito, me puse a escribir...

Querido Luiggi:

Mientras estás ocupado en tus cosas, yo estoy pensando en la expresión ardiente de tu boca. ¡Qué sensación de fuego siento!. Me pides que soporte la ausencia, no puedo, me consumo lentamente en la espera. No, mi amor, no puedo comprender los "inconvenientes, el ardor de nuestros sentimientos son la viva necesidad de estar juntos. No dejemos escapar nuestro amor, por el enojo del prejuicio. A la larga, la pena acaba con la vida... Luiggi, nuestras almas sintonizan al unísono, los chismes y los prejuicios no. Supiste atraerme, no me dejes marchar, sólo sé una cosa: la edad es un dato biográfico, los años que nos separan, son el tiempo que te colmaré de gracias.

Lo que escribo brota de la existencia, en ocasiones, escribir es grabar con el corazón un testimonio.

No te arrepientas nunca de sentir, un corazón que siente es un corazón ennoblecido...