El presente artículo es continuación del que se publicó en este mismo periódico el mes de febrero de 2016 con el título: "Tiempo de Pedro Sánchez"; en el que señalaba la necesidad de que en el PSOE convendría cerrar filas en torno a Pedro Sánchez como líder democráticamente elegido por el conjunto de la organización y, consecuentemente, la necesidad de recibir el apoyo unánime, como lo habían tenido todos los Secretarios Generales de nuestro Partido, cuando fueron candidatos al Gobierno de España. En aquel momento decía que el PSOE se había convertido en la columna decisoria de un gobierno posible y por lo tanto el Secretario General y candidato, tiene el derecho y la obligación de intentarlo.

Como es conocido, el pasado 31 de Mayo se debatió una Moción de Censura en el Congreso de los Diputados, de acuerdo con el artículo 113 de nuestra Constitución. Constitución que propugna un Estado Social Democrático y de Derecho y aspira como valores superiores de su ordenamiento político a la libertad, la justicia, el pluralismo político y la igualdad. Esta Constitución que nos dimos hace cuarenta años y que nació del acuerdo de distintas fuerzas políticas con las ideas de una sociedad, la nuestra, que es muy diferente y plural, aunque ha proporcionado a nuestro país el mayor periodo de progreso y estabilidad política de la historia.

Pues bien, la presentación legítima de la moción de censura y el consiguiente debate, se origina como consecuencia de acontecimientos muy graves y reiterados en el seno del Partido Popular y en el propio Gobierno; cuyas derivaciones han conmocionado a la mayor parte de los españoles, provocando indignación y bochorno. Descrédito político e institucional que exigían una respuesta para recuperar el sentido y el valor de la política.

Ante la incapacidad del señor Rajoy para asumir, en primera persona, las responsabilidades que la mayoría de los españoles le exigían, tras el conocimiento de la sentencia judicial del llamado caso Gürtel, sobre la corrupción que opera como un agente disolvente para cualquier país, que liquida la confianza y debilita los poderes legítimos del Estado y destruye la fe en las instituciones. Responsabilidades, que en cualquier otro país de nuestro entorno, son merecedoras de un evidente reproche político. Ante tanta pasividad, el Partido Socialista no puede eludir su responsabilidad, declinando hacer uso de una herramienta constitucional y por lo tanto legítima, como es la denuncia pública a través de la moción de censura.

Moción de censura que quien la activa es el propio Presidente del Gobierno, es decir el Sr. Rajoy, que se aferra al cargo, cueste lo que le cueste, aunque sufra la democracia como le espetó en el debate el candidato Sr. Sánchez: ¿No es bastaste con la acumulación de más de 900 cargos públicos imputados por corrupción, incluyendo presidentes de diputación, diputados, senadores, consejeros autonómicos y alcaldes? ¿No es suficiente con que 12 de los exministros con los que usted compartió gabinete, en el gobierno del señor Aznar estén investigados, procesados o encarcelados; además de tres ministros de su propio gobierno y nueve ex presidentes autonómicos del Partido Popular?. Amén del reproche político y delictivo al propio Partido Popular, al Gobierno y a su presidente Mariano Rajoy, según la sentencia de la Audiencia Nacional.

Estos acaecimientos sombríos y otros muchos, acumulados en los distintos gobiernos de la derecha, situaron a los ciudadanos en una disyuntiva a la que no se debe llegar. Es decir, no se puede obligar a un país a elegir entre democracia y estabilidad, porque no hay mayor inestabilidad que la que emana de la corrupción. Porque se termina normalizando la corrupción, fingiendo que aquí no pasa nada, que hay que mirar para hacia otro lado. Porque significa proclamar que la política puede tolerar tácitamente la corrupción, que siempre ha estado ahí, y siempre estará. Que es tanto como decir que los españoles tienen que acostumbrarse a esa enfermedad, que algunos pretenden curar mirando hacia otro lado.

Pedro Sánchez, es consciente que tiene una difícil tarea para recuperar el buen funcionamiento de las instituciones políticas que es la garantía del funcionamiento democrático de cuyo favor nos beneficiamos todos. Pedro Sánchez, con todo el apoyo del Partido Socialista y la recuperación de votantes, será capaz de normalizar la vida política y social.

Cuando estoy escribiendo este artículo voy conociendo la composición del nuevo gobierno del presidente Pedro Sánchez, por cierto tiene toda la pinta, tanto en las individualidades, como en su conjunto de ser un gran equipo, al frente estará una persona honrada e inteligente, sobradamente preparada, en la que la España de hoy se puede sentir bien representada.