Hace algún tiempo, revisando documentos sobre el Conde de la Patilla y sus propiedades, me encontré con la existencia de una escultura de Mariano Benlliure titulada "Al agua". Por consejo de Rosario García Rozas, Directora del Museo Provincial, me puse en contacto con Doña Lucrecia Enseñat Benlliure, nieta del artista y directora de la Fundación que lleva el nombre del escultor, para ponerles en conocimiento la existencia de esta escultura e indicarle el destino que había tenido. Me contestó con celeridad que tenía conocimiento de la escultura, figura en el listado de obras de escultor, conocía que había sido comprada por el Conde de la Patilla, pero desconocía dónde podía estar.

Se trata de una escultura en mármol que representa a dos niñas desnudas jugando junto al agua, hay un forcejeo en el que la hermana mayor intenta meter a su hermana en el agua. La obra fue expuesta en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, obtuvo el primer premio y fue muy elogiada. La revista artístico-literaria La España de 21 de junio de 1887 al informar sobre la exposición comenta que la gracia y el ingenio derrochado en el grupo "Al agua" ha causado una verdadera admiración. Y añade: "los gestos de la niña menor, que no quiere que la bañen, los esfuerzos que hace la hermanita mayor para ello, están perfectamente expresados; hay verdadera verdad, es decir, naturalismo, como se usa ahora y tan natural le (sic) encontramos en su conjunto y en sus detalles, como natural ha sido que un Conde, con menos circunloquios, y quizá con más pecho que otros para gastarse el dinero, lo haya comprado en cuatro mil duros". Se trata, por tanto, de una obra de juventud, que causó impacto, y que fue comprada por el Conde durante la citada exposición por un importe de veinte mil pesetas, cantidad nada despreciable para aquella época. Además adquirió una acuarela también de Benlliure titulada "Tendido en la plaza de toros", pues por entonces el Conde de La Patilla era un afamado ganadero, que había comprado la ganadería a D. Vicente Romero, con ganado procedente de La Cartuja de Jerez de la Frontera, y que el Conde trasladó a sus fincas de Benavente, Santa Cristina de la Polvorosa y Manganeses. Llegaron a pastar 600 vacas, más añojos, erales y utreros en El Mosteruelo, la Vega de Requejo, El Tamaral, el Prado de Enmedio y Cejinas, donde estaba el caserío con una plaza de toros en la que llegó a tentar el mismísimo Lagartijo. La ganadería sería vendida a D. Esteban Hernández por Doña Sofía, al fallecer el Conde en 1893.

Volviendo a la escultura, el Conde la llevó a su casa de la calle del Prado nº 4 de Madrid hasta la muerte de su mujer, Doña Sofía Fernández Casariego, en 1928. Los herederos querían la escultura, pero ninguno quiso hacerse cargo de ella sin saber a quién le iba a pertenecer y además decidieron, para saldar deudas, vender la casa al entonces Banco Hipotecario, hoy Banco de España, por lo que tuvieron que sacar del domicilio todas las pertenencias, incluida la escultura, y trasladarlas al Guardamuebles Central, situado en la calle Cadarso nº 14, detrás de la Plaza de España. Por desavenencias familiares, seguidas de juicios, tardó en resolverse el tema de la herencia. El día 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la II República, gentes incontroladas incendiaron el convento de los Padres Carmelitas situado en la Plaza de España, fuego que se extendió a la trasera del edificio, afectando a la calle Cadarso y al Guardamuebles Central donde se encontraba la escultura junto a otros muebles. El incendio fue más voraz porque la multitud impidió el paso a los bomberos. Se crea una Asociación de Afectados que piden al Gobierno indemnizaciones, no he logrado saber si las consiguieron, y un año más tarde, el 11 de septiembre de 1932, les comunican a los afectados: "Se pone en conocimiento de los señores que tenían depositados sus muebles en el Guardamuebles Central, situado en la calle Cadarso nº 14, que se va a proceder inmediatamente al desescombro de los restos del incendio por si desean presenciarlo o hacer alguna reclamación".

Este fue el final de la escultura de Mariano Benlliure y así se lo he hecho llegar a la Fundación del escultor, que desconocía este triste final de un grupo escultórico que concitó grandes elogios y que la mala suerte hizo que no forme parte del escaso patrimonio de los Condes en Benavente. En cuanto a la acuarela, al encontrarse en Benavente se salvó de la quema, pero no he podido localizarla, supongo que estará en poder de algún heredero.