E xpresidente busca trabajo. Aznar se ofrece para unir el centro derecha. Aznar discrepa, no está de acuerdo. A este paso va a acabar siendo un disidente de sí mismo. De su legado, ya lo es. Puede que no se guste ahora y que prefiera al que fue presidente del Gobierno. Aznar echa de menos el aznarismo. Aznar cree que puede soldar el centro derecha. Parece que prefiere pasar a la historia por hacer un Fraga que por haber presidido el Ejecutivo.

Rajoy aún no se ha retirado de la política. Le queda un supremo acto: liquidar a Aznar, cerrarle el paso. A la derecha le han crecido muchos egos y ya es imposible que todos habiten en una sola formación. Rajoy se va y para una decisión que toma en la vida, se la eclipsa, un poco, Aznar, que echa la culpa a todos de algo que hizo él: elegir a Rajoy.

Creíamos que Aznar era un señor de Valladolid y resulta que es el señor Lobo, "soluciono problemas".

Las noticias se agolpan. Pedro Sánchez pone su gobierno en órbita. Pedro Duque, ministro. Sánchez ha pasado de tener toda la prensa madrileña en contra a mancharse el traje de lo que deben salpicar los entusiasmos que fluyen de papeles y webs, mentideros y cenáculos. Gobernar es epatar, piensa el presidente flamante. Su primera acción es en realidad una consecuencia: el PP se descompone. No sólo por la inyección de aznaridad, también por la lucha interna y porque Sánchez está defraudando a los malos augures trenzando un ejecutivo solvente, fuerte, de expertos y femenino. Firme con los nacionalistas, trufado de políticas y técnicas. Hay hasta una experta en yihadismo. No puede decirse que sea un Gobierno no acorde con los tiempos. Si el nuevo presidente fuera o fuese un cachondo llamaría a Aznar para la subsecretaría de Educación Física.

Tras el primer Consejo de Ministros comenzará la pedrea en Madrid y en provincias: subsecretarías, direcciones generales, delegaciones del Gobierno, subdelegaciones, empresas públicas. Hay quien vendería a su abuela por una humilde Demarcación de Costas o un chollete en el Instituto Social de la Marina. Sanchistas por todos sitios. El sanchismo sobrevenido. Los corresponsales del sanchismo en toda España pasan el platillo por ver si cae su óbolo. Para amargar a Sánchez ahora sólo podría pasarle una cosa: que hablara su Aznar, o sea, Felipe González. Pero González no quiere unir a nadie. Ni a la izquierda. Ni le debe caer muy mal Rajoy. Aznar está suscitando ese concepto ahora en boga de la ciencia política: la "coalición negativa". Muchos con diferentes intereses estarían unidos en el interés de dejarlo fuera de juego. Incluso simplemente de espetarle: menos lobos, Josemari.