Por fortuna y placer para nuestros oídos Thomas Edison inventó el fonógrafo en 1877, mejorado posteriormente por Alexander Graham Bell y Emile Berliner, hasta llegar a los modernos tocadiscos, que tuvieron su apogeo entre los años sesenta y ochenta de siglo pasado. Yo conservo no como reliquia sino como un gran tesoro un tocadiscos con plato Lenco fabricado en Suiza, un amplificador Marantz y cuatro bafles. En él escucho con frecuencia canciones de mis cantantes favoritas: María Dolores Pradera, Amalia Rodrigues, Mahalia Jackson, Nana Mouskouri y Edith Piaf. O me recreo con Bach, Mozart, Beethoven, Carl Orff (¡qué acierto de Antonio Mercero al seleccionar un fragmento de Carmina Burana en el magnífico cortometraje de "La cabina"!), Vivaldi, Albinoni? Según mis estados de ánimo. Siempre con discos de vinilo. Nada que ver con los cedés.

Tengo la costumbre o manía de rendir mi homenaje particular escuchando alguno de los discos de quien nos ha dejado, como ha sido el caso reciente de María Dolores Pradera, con porte de gran señora y con una voz cálida y prodigiosa. Me han vuelto a emocionar "La flor de la canela" y "En un rincón del alma". Antes lo fueron Amalia, Mahalia y Piaff. Y hombres como Louis Armstrong, Elvis Presley, Bob Marley, Baden Powell, Otis Redding, Ray Charles? Solo tuve el placer de escuchar en vivo y en directo a Ray Charles en el teatro Monumental de Madrid en los años setenta del siglo pasado. Pero a todos ellos y a muchos más puedo seguir escuchándolos, saboreándolos en un disco de vinilo.

Si tuviera que elegir un solo disco de los que he adquirido en los últimos cincuenta años, no lo tendría nada fácil, pero al final me inclinaría por Mahalia Jackson, la reina del góspel, una música inspirada en los espirituales negros y que marcó los movimientos musicales más representativos de la primera mitad del siglo XX, como el blues, el jazz y el rocanrol, considerado el hijo del rhythm and blues.

Al género góspel pertenece la canción "Stand by me" (Quédate conmigo), que cantó el grupo The Kingdom Choir en la boda del príncipe Enrique y Meghan Markle el pasado 19 de mayo. Esta canción, creada por Ben E. King en 1961, la han interpretado, entre otros muchos, John Lennon y Tracy Chapman. No solo es, como se dijo en las crónicas de la ceremonia nupcial de Enrique y Meghan, una canción "sorprendente y rompedora", sino una de las más entrañables declaraciones de amor. No se eligió "Stand by me" por casualidad, sino porque por las venas de Meghan corre sangre negra. No tengo ninguna versión de esta canción, pero la he escuchado en YouTube en la voz de Lennon y de Chapman, todas ellas magníficas, pero sobre todo en la Ben E. King, su creador.

Lo extraordinario de los discos o de cualquier otro soporte musical es que nos permiten seguir escuchando voces con registros tocados por el don de lo sublime. Gracias a ellos podemos disfrutar de unas canciones y composiciones musicales que sobreviven a sus intérpretes. Lo mismo óperas de la inconmensurable María Callas (la escucho con fruición en "La Traviata" de Giuseppe Verdi) que obras para piano y orquesta, sinfonías, cantatas de Bach o las canciones populares recopiladas por el zamorano Joaquín Díaz.

La música, tanto la sacra como la profana, es una de las mayores manifestaciones artísticas y culturales del ser humano. La aparición de los tocadiscos le dio una extraordinaria dimensión social; saltó de las cámaras cortesanas y de las salas de conciertos al gran público. Hoy seguiré escuchando la voz candente de María Dolores Pradera. Me hace sentirme mejor.