El pasado 19 de mayo, casi medio centenar de profesionales vinculados a Zamora, pero residentes fuera de la provincia, acudimos a la llamada de la iniciativa Zamora10, con un gran objetivo: sumar esfuerzos, crear nuevas redes, y aunar capital humano interesado en ayudar a reflotar una provincia que, desde hace ya demasiados años, arroja cifras muy preocupantes en términos de despoblación, de envejecimiento y de anémica actividad económica.

Según datos de 2017 del Instituto Nacional de Estadística, la provincia de Zamora tiene 287 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16 años, registrando así un máximo histórico de envejecimiento. Además, su población actual apenas supera los 170.000 habitantes, ahondándose la sangría poblacional que lleva lustros de incesante continuidad: vamos camino de tener la mitad de habitantes que tenía la provincia en la década de los años 50, como recordó el profesor Juan Andrés Blanco durante el encuentro. Y, finalmente, la tasa de actividad en la provincia de Zamora ya es la más baja de Castilla y León, según un reciente informe elaborado por el Colegio de Economistas de Valladolid.

El contexto territorial tampoco nos resulta favorable: de los 2.248 municipios existentes en Castilla y León, 2.003 tienen menos de mil habitantes. Y únicamente cuatro superan los 100.000 habitantes -Valladolid, León, Burgos y Salamanca. Zamora ni siquiera se encuentra en ese grupo de ciudades.

Sin embargo, se pueden hacer muchas cosas que pueden ayudar a revitalizar tanto la provincia como la ciudad de Zamora. Y el liderazgo de Zamora10 es un buen ejemplo de ello. Si se quiere, se puede. Y si además hay ganas y liderazgo, claro que se puede.

La jornada organizada por Zamora10 fue una buena prueba de la importancia de esas ganas y de ese liderazgo. Fue una jornada muy interesante que sirvió para mucho. En primer lugar, sirvió para que los que se han ido (o los que en realidad ya nacieron fuera, pero con el cordón umbilical en Zamora) tomaran conciencia de las demandas que la sociedad civil zamorana plantea para evitar el negro futuro que, de seguir así, le espera a nuestra provincia.

Sirvió también para que los representantes políticos, de medios de comunicación y de sectores empresariales escucharan nuestras sugerencias y visiones (y también nuestras críticas). A todos ellos debemos agradecerles que estuvieran presentes durante todo el debate, corroborando que existen muchos zamoranos con ganas de ayudar, que siguen queriendo a su tierra y que no olvidan de dónde vienen. Este fue quizá el elemento más destacado del encuentro, ya que servirá para generar capital social en una provincia que cada año se va quedando más vacía. Y es que el capital social es crucial para el desarrollo, porque son las personas con su formación, con sus iniciativas y con sus redes, las que dinamizan los territorios. Sin olvidar que muchas de las oportunidades empresariales y vitales que surgen a lo largo de nuestra vida están relacionadas con la gente que nos rodea, nos respalda y nos apoya. Por eso es muy importante conseguir que los zamoranos que ahora ocupan puestos destacados en el mundo de la empresa, de la política, del deporte o del tercer sector, conozcan de primera mano a las élites empresariales y políticas de la provincia, porque solo de la proximidad surge la posibilidad de hacer cosas conjuntamente.

Otro de los elementos más destacados del encuentro fue la certificación de que nuestros problemas no son endémicos de la provincia, sino que afectan al medio rural español (y europeo) casi por igual. Y, para romper esas inercias, desde fuera se ven tres necesidades prioritarias. La primera: hay que mejorar la conectividad de las tierras de Zamora para evitar que la brecha digital sea el último clavo en el ataúd. No puede ser que en gran parte de la provincia sea imposible conectarse dignamente a Internet porque eso limita la posibilidad de desarrollar negocios en las zonas rurales y desincentiva la llegada de capital; los padres quieren wifi en las casas rurales para que sus hijos jueguen, los autónomos deslocalizados quieren Internet para poder trabajar parte del año en el rural zamorano.

La segunda: corregir una maquinaria burocrática de lentitud insoportable y sin coordinación alguna entre las distintas administraciones. No hace falta inventar nada, basta con emular modelos de agilidad que han demostrado su validez a la hora de generar prosperidad como en el País Vasco y Madrid. Algo que está al alcance de las manos de las administraciones.

Y la tercera: hay que esforzarse más en comunicar Zamora fuera de la provincia. Nuestra tierra sigue siendo una gran desconocida. Y, por eso, es complicado vender servicios a quien no sabe quiénes somos. ¿Cuántos madrileños saben que la mayor concentración de románico urbano del mundo está a poco más de una hora en tren de Madrid? ¿Cuántos portugueses saben que la mejor colección de tapices flamencos de toda Europa se encuentra a menos de una hora de Braganza? Algo similar ocurre con los productos agroalimentarios zamoranos, que siguen adoleciendo de una falta de reconocimiento en el mercado global que lastra las posibilidades de crecimiento en términos de negocio y de empleo. Dar a conocer lo que somos y lo que hacemos es fundamental en el mundo del siglo XXI. Esa tendencia suicida a pensar que basta con hacerlo bien no nos llevará a ningún lado: o se comunica lo que haces (y lo que eres) o has perdido la partida. Sólo así se puede ser y se puede estar.

Hay que tener en cuenta que todos los relatos que pueblan nuestro discurso (que si los alemanes son eficientes, que si el mejor vino es el Rioja, que si la carne buena es la gallega, que si la catedral de León es la más bonita) no son más que construcciones culturales que han logrado calar en el imaginario colectivo de nuestra sociedad. No significa que no tengan mucho de verdad de fondo, sino, sobre todo, significa que nacen en algún momento gracias a quienes acuñaron y defendieron el prestigio de esos elementos. Uno de los dramas de Zamora es, precisamente, la ausencia de imágenes que proyectar sobre el imaginario colectivo tanto a nivel nacional como a nivel internacional: pocos saben bien qué somos ni qué sabemos hacer bien. Tan es así, que los datos de turistas extranjeros que nos visitan anualmente son increíblemente escasos, como se puso de manifiesto en la jornada de Zamora.

Uno se deja a veces llevar por la melancolía, y mirando el río desde el Troncoso piensa que, si hubieran nacido en Madrid o en Barcelona, todos tendríamos claro a estas alturas que Baltasar Lobo fue uno de los mejores escultores del siglo XX europeo, que Claudio Rodríguez es uno de los mejores poetas en castellano de la historia o que León Felipe fue el Walt Whitman del siglo XX. Algo que además de saberlo, hay que demostrarlo y defenderlo.

Estamos a tiempo de introducir otros incentivos para Zamora. Estamos a tiempo de generar otro relato, otra imagen para nuestra ciudad y para nuestra provincia, para que, dentro de muchos años, cuando un par de turistas madrileños o estadounidenses se asomen a Balborraz digan con orgullo: ¡impresionante Zamora; es tal y como nos la habían contado!!

(*) Manuel Mostaza es politólogo y David Redoli, sociólogo