ciertamente el descenso en la práctica dominical en los últimos años es algo que a nadie le sorprende. Más allá de las causas culturales o religiosas, el cristiano tiene que saber situarse ante la realidad y descubrir las consecuencias que implica el "acudir a misa", como solemos decir. Y por aquí hay que empezar. Cambiar el lenguaje. Yo no "voy a misa". Habría que decir más bien: yo voy a celebrar la Eucaristía, a compartir mi fe, a escuchar la Palabra de Dios que alimente mi vida espiritual y vivir con Jesús-Eucaristía un momento de encuentro de plenitud con Él.

Monseñor Romero, que va a ser canonizado el próximo 14 de octubre, fue asesinado de un disparo por un francotirador precisamente cuando celebraba la Eucaristía el 24 de marzo de 1980 en la catedral de El Salvador, por el hecho de denunciar en sus homilías la muerte de inocentes por parte del gobierno de turno. Simplemente hizo lo que tenía que hacer porque Otro antes se le había adelantado. El mismo Jesús que se entregó a la muerte y una muerte de cruz derramando su sangre por puro amor, por entrega generosa, por denunciar la hipocresía de un poder religioso judío y la complacencia del poder romano de entonces. Y esto también existe hoy.

Por tanto, ¿no estaremos convirtiendo "la misa" en un rito? Porque no sabemos lo que implica o no queremos saberlo. Seguimos viviendo de las tradiciones y seguimos olvidando la esencia de un sacramento que no puede encerrarse en un misterio teológico sobre las especies sacramentales y la transubstanciación, sino que el significado profundo del rito que Jesús realiza nos tiene que llevar a vivir la vida de otra manera. Miren: "la sangre que se derrama por vosotros" significa la muerte violenta que Jesús habría de padecer como expresión de su amor al ser humano; "beber de la copa" lleva consigo aceptar la muerte de Jesús y comprometerse, con Él y como Él, a dar la vida, si fuese necesario, por los otros. Y esto es lo que se expresa en la eucaristía; ésta es la nueva alianza, un compromiso de amor a los demás hasta la muerte. Las lecturas de hoy lo expresan claramente. No es la sangre de los machos cabríos la que tiene valor, sino la de Jesucristo que nos ha redimido y nos invita a preparar una mesa bien dispuesta en la que nos dice: "Tomad y comed, tomad y bebed". Quien no entiende así la eucaristía, se ha quedado en un puro rito, que para nada sirve.

Esto se enseña, se vive, se educa, se transmite desde la infancia. Sin la participación constante y fiel en la Eucaristía no hay fe, no hay comunidad, no hay sentido de Iglesia. No hay nada. ¿A ti qué te parece?