Le adjudican los suyos al presidente Rajoy la cualidad innata de saber gestionar como nadie los tiempos políticos. Tanto se lo han aplaudido en su entorno en las ocasiones menores en que el tiempo ha venido a respaldarlo, que ha convertido el inmovilismo en su divisa para mantenerse frente a todo problema, situación o circunstancia.

Dicen mis amigos ingenieros que los puentes no se caen porque su tendencia es a mantenerse firmes, si la tendencia fuera la contraria, ninguno quedaría en pie. Rajoy, pese a no ser ingeniero sino registrador de la propiedad, ha convertido ese pensamiento en la columna vertebral de su línea de actuación política. Los problemas -como aquel desfile de las Fuerzas Armadas de cuando aún no era presidente- son un "coñazo". Él no está para esos rollos, por eso mira para otro lado,. No existe aquello a lo que no se le presta atención. Como los puentes, las cosas importantes en política tienden a salir bien, las incertidumbres a diluirse, las inflamaciones a reducirse y las gripes, como se suele decir, se curan en siete días con medicación y en una semana sin ella.

Hace ya bastante tiempo que Pedro J. Ramírez lo bautizó "el estafermo", ese muñeco giratorio cuyo escudo golpeaban con su lanza los caballeros en los torneos medievales. Que gira sobre sí mismo pero no se mueve del sitio. Que para quien no lo toca es como si no existiera pero que a quien lo golpea y no huye a tiempo lo puede destrozar con las bolas que sostiene ciento ochenta grados al otro lado del brazo del escudo.

Pedro Sánchez es en esto lo contrario. Se mueve tanto que ya nadie sabe donde está. Quizás porque en realidad, como nos descubrió de los electrones la mecánica cuántica, no está en ningún sitio concreto y a la vez está en todos. Todo se reduce a una ecuación de probabilidad. Ahora ejerce de alquimista para extender a España su éxito en las primarias socialistas. Sabe que las variables son muchas más e infinitamente más complejas cuando está en juego la gobernanza de una nación que cuando la disputa es por el liderazgo de una fuerza política. Lo sabe, pero quizás, como Rajoy ante los problemas, prefiere ignorar ese abismo de diferencias y se apresta a saltar al vacío jaleado por Iglesias y ante la sibilina risa de hiena del independentismo.

Desde la muerte de Franco España no se encontraba en una situación de incertidumbre y riesgo latente similar a la actual, con el agravante de que la conciencia del riesgo al que nos enfrentamos es socialmente hoy menor que entonces y la capacidad intelectual, vocación de servicio al Estado y generosidad personal de nuestros políticos raquítica. España necesita equilibrio, templanza y un proyecto de preservación nacional y de pacto ciudadano ratificado por una amplia mayoría social. Toca ir a las urnas pero las urnas han de ser el principio. Verlas como la meta es caer, de nuevo, en la ceguera.

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