Vaya por delante que todo el ruido que se ha armado sobre el chalé de Pablo Iglesias y su pareja me parece un capítulo más del circo de tres pistas en que se ha convertido la política española, con el furioso aplauso, por cierto, de los ciudadanos españoles, que quieren carnaza y no soluciones para sus problemas.

Circo me pareció también el linchamiento de Cifuentes, circo de la peor especie las reacciones a la sentencia de la Manada y circo, puro y duro circo, están montando en Cataluña, para actuar de cara a al gallinero y la crítica en vez de gobernar, que es para lo que se supone que se les ha elegido.

Dicho esto, y ganadas las enemistades suficientes para no perder la costumbre, quiero dejar bien claro que lo que ha hecho el líder de Podemos no me parece ni ilegal ni inmoral. Pero me parece algo peor: absolutamente estúpido. ¿De qué cueva ha salido un líder político que no conoce el carácter del país que pretende gobernar? ¿De qué platillo volante se ha bajado un tío que da clase en la Universidad, moviliza masas, y no es capaz de comprender la naturaleza profundamente envidiosa y cainita del español?

Una vez oí decir que era malo que un alcalde colocara a su hija, pero que era aún peor saber que la hija del alcalde está en el paro, porque si no es capaz de hacer nada por los de su casa, ¿qué va a hacer por los demás?

Eso somos. Eso hemos sido siempre y Pablo Iglesias quiere ser Presidente y no lo comprende. Habla de puertas giratorias, que también son legales. (tristemente) y no alcanza a imaginar que algo tan público y notorio acabaría con su imagen. No es un tío al que le han buscado un vídeo de hace veinte años robando unas gominolas: es alguien lo bastante necio o lo bastante prepotente para meterse él sólo en un tema que lo puede llevar a su pública crucifixión: una cruz por persona, primera puerta a la derecha.

No ha hecho nada ilegal. No ha hecho nada inmoral. Pero nos ha demostrado que es un verdadero zoquete, que pasa de la sensibilidad de los que le votan, que pasa del interés común (el de su partido) y que pasa completamente de las consecuencias de sus actos, porque el impulso, en él, pesa más que la reflexión.

¿Cómo se puede ser tan burro?