Cincuenta días que son como uno. El primer día de la semana fue María Magdalena al sepulcro y vio la piedra quitada. Al anochecer de ese primer día se presenta Jesús en medio de sus discípulos, llenos de miedo, encerrados. Las manos y el costado muestran que es el crucificado y que está vivo. Su saludo y su presencia resucitada los llena de paz y alegría. Están reunidos, pero con las puertas cerradas, y, de pronto, con la fuerza del Espíritu de Jesús el miedo se transforma en valentía, la tristeza en gozo, el desánimo en entusiasmo, la inquietud en paz.

El libro de los Hechos nos dice que para ese cambio no basta con un día? o que hace falta un día tan largo que sea como cincuenta días para cambiar el horizonte de muerte y desolación gracias a un fuego que calienta por dentro y da vida, un fuego que quema y llena el corazón. Un día es poco para una transformación tan profunda. Cincuenta días más tarde, Pentecostés, están los discípulos juntos, en el mismo lugar, y algo se removió con fuerza en su interior: un estruendo, un viento recio, unas llamas de fuego, una fuerza que viene de Jesús, su mismo Espíritu. Solo es posible sentir ese dinamismo nuevo del Espíritu si estamos juntos, unidos, en comunidad, "en la misma casa".

La fiesta de Pentecostés es la fiesta del Espíritu que genera unidad en la diversidad, que crea comunión entre los diferentes, que construye comunidad y hace hermanos. Nadie es extranjero en esta Iglesia que nace del Espíritu, cada uno oye la buena noticia de Dios en su idioma (se siente acogido, reconocido, valorado, querido?). Este es el don, esta es la tarea: somos enviados con la fuerza del Espíritu Santo a crear comunión, a generar acogida, a construir Iglesia, a abrazar al diferente y hacer que se sienta valioso y querido.

Este día de Pentecostés celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, bajo el lema: "Discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo". Ven, Espíritu Santo, haznos discípulos y misioneros. Enséñanos a mirar la vida, el mundo, las personas (sobre todo a quienes sufren, lloran, viven solos, están enfermos?) como Jesús los miraba. Cambia nuestra mirada para que cambie nuestro corazón e irradiemos cercanía, comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Somos hoy tu Iglesia viva en medio del mundo.