En la mayor parte de los pueblos hay en la iglesia o ermita una estatua que representa a San Isidro Labrador. Está vestido de normal, pantalones y se le ven, chaqueta pobre, botas. Y lleva una herramienta para el trabajo, bien sea un arado, una reja, una pala u otro utensilio. Todo normal para una persona que no era ni tan siquiera propietario de fincas, ni agricultor, ni ganadero. Era un simple jornalero del campo que trabajaba de sol a sol para mantener su familia. Y de vez en cuando iba a rezar a la iglesia. No fue ni cura, ni obispo, ni conde, ni rey, ni marqués, ni rico. Nace en 1080 en Madrid, que era entonces un pueblo agrícola, así como Bermillo o Alcañices. Fue invadido por los musulmanes e Isidro, huye a otro pueblo más pequeño a unos 40 Kilómetros ,Torrelaguna. Allí trabaja haciendo pozos. Se tomó a una chica del pueblo llamada María Toribia como mujer y tienen que se sepa un hijo. Pasado un tiempo vuelve a cambiar de pueblo y trabajo y retorna a Madrid. donde encontró a un terrateniente que le empleó en sus fincas. La envidia tan propia de todos los tiempos ya tan dañina para la convivencia, le acusa de vago e incumplidor de sus deberes, para ir a rezar. Su empleador, le vigila y le encuentra honrado y laborioso. El no se inmuta. Reacciona con humildad y mansedumbre Perdona a sus calumniadores. Cinco siglos más tarde en 1619 El rey Felipe III pide al Papa Paulo V que le declare santo y la autoridad le reconoció como posible ejemplo a seguir por su tesón en el trabajo, cariño a la mujer, fiel a la palara dada y mansedumbre con los murmuradores.

Y los pueblos se llenaron de ermitas e imágenes dedicadas al santo sencillo y bueno. Nuestras gentes de Zamora y muchos lugares de España y del mundo, ponen flores a su lado, le colocan en unas andas, les sacan en procesión y le piden que sea su patrono, :los curas aprovechan para bendecir los campos para que éstos sean en lugar de encuentro entre las personas, espacios agradables de realización profesional y desarrollo de la humanidad. También antes jefes de hermandades y ahora los alcaldes organizan festejos y ofrecen un piscolabis suculento a sus convecinos, recordando que es su fiesta. Y al día siguiente, cada cual a sus tractores, a sus fincas , a sus granjas a sacar adelante su ganados y sembrados. Y la zamora rural, la castilla de campos yermos, sigue prisionera esperando que el cielo le arregle con sus lluvias y buenos tiempos. Las autoridades no poas veces dificultan regadíos y pozos. Se vio el año pasado. Con toda la sequía . No podían tomar agua para los animales ni de pantanos , ni de otras fuentes. Una y otros lo confían más bien a la PAC, a los fondos europeos. Y luego dirán que el cielo no les escucha, que San Isidro se hace el sordo. Muchos como él emigran, no acosados por los musulmanes, sino por causas complicadas y que no se explican. Las situaciones han cambiado y mucho. He podido visitar unos 50 países y en todos me fijo en sus campos, en haciendas y casas de labriegos y ganaderos. En ninguno encuentro tanto espacio abandonado como en nuestra comunidad . Hay cultivos y granjas y las gentes no huyen, se quedan donde han nacido y encuentran que la profesión de labrador y ganadero es tan digna, noble y rentable como las demás. En nuestro mundo los médicos se han convertido de curanderos en estudiosos, los maestros frecuentan la universidad, los constructores de viviendas se apoyan en arquitectos, las carreteras las planifican ingenieros, las enfermeras son universitarias y no simples pinchaagujas.Y se fueron a ejercer también a los pueblos ¿ donde están los ingenieros agrónomos? La práctica de todo trabajo, toda profesión exige una gran preparación, con estudios y prácticas. Me duele ver cómo nuestros agricultores tienen grandísimas inversiones en maquinarias, en cuya adquisición y mantenimiento emplean su sudor y sus ahorros. Ellos solos no pueden afrontar la transformación que se exige. Necesitan, no solamente ayudas de dinero. Formación, nuevas ideas, nuevas formas de ser agricultor o ganadero. Y cómodas. Todos los trabajos tienen su dureza, pero la de agricultor o ganadero, no tienen por qué ser las más arrastradas y menos rentables. Nuestros campos pueden producir mucho más y de forma más racional. Y nuestras gentes deben dejarse ayudar por quienes han estudiado y saben de campos, máquinas, semillas, comercio. San Isidro miraba al cielo y cambió de pocero en Torrelaguna a Jornalero del campo en Madrid. Se supo adaptar y vivir en buena vecindad.