Nuestra vida es mayormente el producto de un delirio consensuado al que llamamos realidad. En ese delirio, a unos les va mejor que a otros. Los argentinos, por ejemplo, acaban de pedir un rescate a una institución delirante denominada Fondo Monetario Internacional. Tienen problemas con su moneda porque hemos decidido que no es una moneda fuerte. El dólar es la moneda más débil del universo mundo, pero como nos hemos puesto de acuerdo en que es fuerte, pues es fuerte. Durante el anterior rescate, y su consecuente "corralito", los argentinos de clase media perdieron sus ahorros. Eso puede pasar en cualquier sitio, basta con que cambien los aires del consenso. Carlos Barral contaba en sus memorias que tuvo en la facultad de Derecho un compañero listísimo que se convirtió en una especie de líder intelectual del grupo en el que solía moverse. En cuarto año de carrera, sin embargo, empezó a correrse la voz de que era tonto y cayó en desgracia. Tuvo que desaparecer de la universidad. ¿Cuál era la noticia verdadera, la de que era listo o la de que era tonto? Quizá ninguna de las dos. Simplemente, cambió el consenso frente al término "inteligencia".

Yo llevo media vida leyendo noticias que no eran ni falsas ni verdaderas, sino convenientes o inconvenientes. No convenientes o inconvenientes para mí, que soy un paria, sino para eso que llamamos "sistema", en donde hociqueamos como gorrinos en una cochiquera. La prueba de que las noticias no eran ni verdaderas ni falsas, sino todo lo contrario, es que su significado dependía del medio en el que aparecieran. De ahí que la gente avisada lea cuatro o cinco periódicos diarios a fin de abrirse paso hasta el tuétano del delirio consensuado, que es finalmente el que cuenta para solicitar una hipoteca. Si quieren ustedes entender de lo que hablamos, echen un vistazo, por poner un ejemplo sencillo, a los resultados del último EGM. Verán que todos los medios ganan. ¿Porque la noticia era falsa? No: porque admitía significados diferentes según desde donde la abordaras.

El problema de las fakes news no es tanto el de su falsedad como el de que quiebran el consenso. Y el consenso, oiga, es el consenso.