E l efecto contagio empieza a tener consecuencias en otras comunidades autónomas del orbe mediterráneo. Comienzan por la lengua y siguen por todo lo demás. Es decir, la exclusión total en función de las ideas, del credo, del sentimiento nacional, de lo máximo y de lo mínimo. Desde que el Psoe gobierna las islas Baleares parece haberse acentuado el problema en ese archipiélago, donde no sólo se marca a los que piensan de forma diferente, si no que no se admite a los que no hablan la lengua balear, por muy necesarios que sean para la vida y la salud de las islas.

Ellos solos se buscan el rechazo generalizado. Si Baleares no quiere a los españoles que hablan castellano, en otros paraísos insulares como el archipiélago canario son recibidos con los brazos abiertos. Especialmente aquellos que pueden aportar, como ciertos profesionales, sobre todo sanitarios. En Baleares están poniendo las cosas muy difíciles a los que quieren trabajar si no conocen la lengua vernácula, por muy necesarios que sean.

El mejor o peor ejemplo, según se mire, lo constituyen las bolsas de trabajo del Servicio Balear de Salud. Poder acceder es directamente misión imposible, y sin la música característica, para buena parte de los profesionales sanitarios por culpa de la exigencia de la lengua. Seis de cada diez trabajadores sanitarios que aspiraban a tener un trabajo temporal en la sanidad pública balear acaban de ser excluidos de las listas de admitidos por no acreditar este requisito lingüístico impuesto por el Gobierno balear de la socialista Francina Armengol y sus socios nacionalistas, que han recrudecido de forma brutal esta situación con el apoyo externo de Podemos.

Una cosa es lo que dice Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados o a la vista de una cámara o un micrófono y otra muy distinta la que hace, sobre todo en comunidades como Cataluña, País Vasco y Baleares. En algunas de ellas con el inestimable apoyo de un Partido Socialista que nada tiene que ver con el que nos vende el señor Gabilondo. A no ser que todos estén actuando y cara a la galería pongan una cara y por la espalda den otra. Acabaremos sacando un máster en lenguaje no verbal.

No quiero creer que sea cierto lo que me ha insinuado un aspirante y que no es otra cosa que en Baleares se prefiere a un candidato de habla inglesa o alemana, antes que a un candidato de habla castellana. En la última convocatoria de concurso de méritos para constituir las bolsas generales para la selección de personal temporal en varias categorías sanitarias, el resultado no ha podido ser más desalentador. El número de páginas de rechazados duplica e incluso cuadruplica, en varios casos, a los admitidos. Mejor no pormenorizar porque el cabreo surge de inmediato.

Que manía han cogido con autoexcluirse en función de su lengua, que no su idioma. Se puede entender en un Euskadi lleno de ex etarras, en la Cataluña de Puchimon y Colau, pero no en la Generalidad Valenciana de Ximo Puig o en la Balear de Francina. Sólo que Francina, mal que le pese al señor Sánchez, va por libre. ¿En qué lengua hablarán cuando el líder visite las islas? ¿O también practica la exclusión idiomática con el jefe?