Me pregunto a veces si podría cursar hoy estudios universitarios, como los cursé hace cuarenta años, más o menos. En aquel entonces la Universidad era gratuita. De verdad, del todo. Aun así, no era fácil para familias humildes afrontar los gastos implícitos, como los derivados de tener que irte a vivir a otra ciudad durante cinco o más años. Yo tuve becas casi todos lo cursos. Pero no como las de ahora, sino becas también de verdad. Incluso algún año tuve lo que llamaban beca-salario. Te pagaban una cantidad mensual muy sustanciosa con la que realmente cubrías todos los gastos. Hoy las becas y ayudas han encogido hasta la caricatura: hay menos, de menor cuantía y te las pagan nadie sabe cuándo. Y la Universidad ha dejado de ser gratuita. Dicen lo contrario, pero porque estamos en la era de las mentiras.

Para empezar, hay una buena barrera de entrada cada curso: las tasas de matrícula. De ser en origen un pequeño pago para gastos de papeleo y trámites, ha pasado a ser un sablazo que suele superar los mil euros, dependiendo de las carreras. A lo cual se añade la "privatización" de facto del último curso de la titulaciones. Antes, la mayor parte eran de cinco años, al cabo de los cuales obtenías el título que te lanzaba al mercado de trabajo. Ahora, suelen ser de cuatro años, pero después, si quieres de verdad tener oportunidades, te toca hacer algún Master, que a poco bueno que sea y si no te llamas Cifuentes, te costará un pastizal. Añádase a todo ello los demás gastos que forzosamente tiene la vida del estudiante; vivir fuera de casa, libros, materiales, etc.

Poco a poco y sin que apenas nos demos cuenta, la formación universitaria va quedando fuera del alcance de todos y cada vez más lejos de las posibilidades de las familias humildes, con trabajos precarios, mal pagados o sin empleo. Vamos yendo, lentos pero seguros, al modelo anglosajón de Universidades para las élites y sus vástagos, con alguna incrustación becada de hijos de pobres para disimular. El peor de los modelos posibles.

En este contexto hay que situar el hecho de que las Universidades de Castilla y León tengan las tasas más altas de España o unas de las más altas, como informaba este diario hace un par de días a propósito de las "caras" titulaciones del Campus de Zamora. ¿Qué sentido tiene que una Comunidad tan deprimida, despoblada y envejecida cobre tasas universitarias más altas que otras autonomías del país? Pues el que se deriva del gobierno sin alternancia de una fuerza política que asume sin pensar todos los paradigmas ultraliberales, con la privatización encubierta de las Universidades entre ellos. El PP que padecemos, mimetizado con la Junta de Castilla y León, en cuyas temibles manos están las competencias de Educación Superior, sueña con que la Universidad, como todo, se autofinancie en una primera fase y sea por tanto privatizable en la última. Esa tendencia la defiende aún con más furor Ciudadanos, férreo defensor de todo lo privado y fiero enemigo de cualquier "despilfarro" (que para su ideología de "menos Estado" es todo lo público). Y a esa tendencia acaba cediendo por sistema el declinante PSOE, cuya pérdida de relevancia es inseparable de su progresiva aceptación de las mendaces teorías ultraliberales.

En síntesis: estamos en manos de gobernantes sin otro proyecto que mantener contentos a los de muy arriba, porque si se enfadan "nos castigan a todos". Y a los de muy arriba nunca les hizo gracia que hasta los hijos de mi padre pudiéramos hacer carrera universitaria, con el riesgo añadido de que fuésemos más listos que los suyos y acabáramos disputándoles sus privilegios. Por desgracia, la mayor parte de la gente sigue pensando que lo más sensato y menos peligroso es votar a los partidos que se someten a los dictados de esas élites extractivas o de rapiña.

-Así no tenemos jaleo y nos dejarán en paz.

Pero lo que nos van dejando es sin nada. También, sin Universidades gratuitas. Allá cada cual. Pero algunos nos negamos a agachar la cabeza. No creo en Universidades para pocos, ni en Sanidad para algunos, ni en Educación para según quienes. Tampoco creo que la batalla sea bajar tasas de matrícula: ni deben existir barreras económicas de entrada, ni masters a precio de oro, ni becas microscópicas y mal pagadas. En eso hay que ser radicales. O vamos a la raíz o nos estaremos yendo por las ramas. Ya me entienden.

(*) Escritor, periodista y secretario de Organización de Podemos en Castilla y León