Si su señoría el juez discrepante, que ya fuera suspendido por retrasar un divorcio la friolera de cuatro años, alberga en su fuero interno la creencia de que los componentes de La Manada van a salir de prisión con un más que asumido propósito de enmienda, se equivoca. Y que se equivoque un juez puede tener consecuencias catastróficas para las víctimas. Hoy por hoy, y a raíz de la polémica sentencia, todas las mujeres en España somos candidatas a víctimas de esa o de otra manada, de forma individual o de forma colectiva que parece ser moda, que parece estar en el top ten de tan peligroso hábito de conducta.

Con un estudio delante para que la opinión tenga base, la mayoría, por no decir todos los violadores que ingresan en prisión salen como entraron, es decir no se rehabilitan y vuelven a reincidir. Lo tremendo del caso es que sus penas son tan exiguas que tras el parón penitenciario salen con más ganas. Oiga, que los castren. Algún violador ha pedido en firme ser castrado. ¿Por qué no? Será mejor que vuelva a las andadas y deje desgraciada para siempre a otra mujer, niña, adolescente, adulta o anciana. Porque también se está violando a algunas ancianas.

Mañana jueves, día 3 de mayo está previsto que Gregorio Cano Bertri, más conocido como 'el violador de la Verneda', salga de la cárcel. Mañana se cumplen 20 años de su entrada en prisión. La pena impuesta fue de 167 años por agredir sexualmente a 17 mujeres. Si alguien piensa que cuando salga se va a meter en un templo a pedir perdón por sus pecados, se equivoca. Tan elevado es el riesgo de incidencia de este individuo, que la Fiscalía ha pedido a los mossos su vigilancia, cabe esperar que de continuo, porque en un despiste puede volver a armarla otra vez.

Si saben que va a reincidir, ¿por qué le dejan en libertad? ¿Tiene que desgraciar a otras 17 víctimas para que se tome en consideración el problema de los reincidentes? Que bien vendría aplicarle ahora la prisión permanente revisable. Pero, ¡oh, bárbara! Cómo se puede pedir semejante barbaridad para un prójimo que solo sabe violar. Algo harían las víctimas. Seguro que llevaban un escote pronunciado o una minifalda exagerada. Seguro que con sus movimientos lo incitaron a la agresión sexual. Esa es la justificación que a lo largo de demasiados años nos han venido dando incluso desde el ámbito judicial.

Y estamos hasta ahí y un poco más arriba de que apenas hayan cambiado los argumentos después de tanto tiempo y, lo peor, después de tantas agresiones sexuales. Que se cuente la verdad. Que se den cifras, pero como son escandalosas, se callan miserablemente. El legislador, sin ese buenismo favorable siempre al delincuente, tiene que empezar a legislar en firme para acabar con este choteo, con las interpretaciones de la ley, con las lagunas y con esas finas líneas sujetas a interpretación. Ni una discrepancia con respecto a los violadores. Porque pinta en bastos para las mujeres.

Acabaran empujándonos a las mujeres a hacer lo que Lorena Gallo le hizo a su marido John Bobbit, fue en 1993, ¿lo recuerda? le cortó el pene. Y fue absuelta.