Decidido a promover la virtud, el gobierno que preside una socialista en Lugo va a endiñarle multas de hasta 3.000 euros a las parejas -o tríos- que desfoguen su lujuria en el interior de un coche. Los amantes podrán entregarse a cualquier acto lascivo, eso sí, en el garaje de su casa; lo que quizá suponga una discriminación entre ricos y pobres poco coherente con un gobierno de izquierdas. No todo el mundo tiene garaje privado.Quienes recurren al coche para explayarse no disponen, probablemente, de otro lugar más confortable y discreto. Esto ya lo hacían notar "Los Inhumanos" en su celebrado tema: "¡Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1.000!". "Soy pobre", decía la letra de aquel viejo éxito discográfico, "y solo pude comprar un Simca 1.000 bastante vulgar .Y cuando alguna me quiero cepillar, en mi coche me tengo que apañar".Estos ripios un tanto groseros no pasarán a la historia de la moderna juglaría, desde luego; pero dan una idea de los obstáculos que han de afrontar los económicamente desfavorecidos, incluso a la hora de la coyunda.El Concello lucense dice que no habrá marcha atrás en esta medida, aunque lo cierto es que viajamos resueltamente hacia los tiempos del franquismo y no solo en materia de libertad de expresión, ya bastante dañada por la llamada "ley mordaza". De seguir así, no tardará en ser restaurada la figura del acomodador de cine que se ocupaba de importunar con su linterna a las parejas que buscaban en la oscuridad de la sala un lugar idóneo para sus expansiones amorosas.¿Qué hace el Estado en mi cama?, se preguntaba retóricamente el sociólogo Josep Vicente Marqués en el título de un libro que al parecer denunciaba la intromisión de la autoridad gubernativa en los hábitos más íntimos del individuo. Los lucenses podrán preguntarse ahora por qué el ayuntamiento insiste, a su más módica escala, en escrutar lo que hacen dentro de sus coches. Menudo papelón para los guardias.Sorprende que este afán por meter mano a la intimidad de la gente la haya asumido también la izquierda, aunque alguna explicación podría haber. Suele decirse que la gente de derechas es conservadora de cintura para arriba, en tanto que sus adversarios progresistas lo son de cintura para abajo.Quizá así se explique que las más duras campañas contra el tabaco, el vino y otros vicios las encabezase el Gobierno del ya olvidado Zapatero, en raro contraste con el lujurioso Trump. Solo es de esperar que en Lugo no organicen una Policía para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio como la que actúa con éxito en Arabia Saudí. Progresamos velozmente hacia la retaguardia.