Salvador Pino Castaño nació en el vecino pueblo de Villaseco del Pan el 15 de diciembre de 1930. Nos conocimos mediada la década del 40 cuando llegó a La Tuda, mi pueblo, como criado en casa de uno de mis tíos. Su aspecto y su simpatía encajó inmediatamente con mi manera de ser y cuajó entre los dos una amistad que se mantuvo hasta el final de su larga vida. Salvador se dedicó en un primer momento al trabajo del campo y las dehesas y pasó más tarde a trabajar en las grandes empresas hidráulicas de nuestra tierra para terminar por último en los servicios de limpieza del Ayuntamiento. Siempre que nos encontrábamos recordábamos nuestros encuentros en la adolescencia y siempre le decía: "eres la mejor madera" haciendo referencia a sus apellidos y así fue cómo nos volvimos a encontrar en la ciudad recordando aquella amistad sincera y generosa que he recordado y sigo recordando cuando el pasado mes de marzo nos dejó.

Me bastaba oír su voz para reconocerlo y recordar en alegre charla aquellos años de nuestra adolescencia, charla que nos servía de expansión a los dos y nos sirvió también para afianzar la amistad que nos ha unido a lo largo de tantos años.

Cuando recibo la noticia de su fallecimiento, no puedo evitar recordar esa frase que un buen día escribí cuando otros amigos me pidieron que definiera la amistad y que hoy recuerdo y le dedico a Salvador, la mejor madera que he conocido: "la amistad es esa sonata que se compone sobre el pentagrama de la vida y se ejecuta casi siempre con los acordes del corazón".

Gracias Salvador Pino Castaño. Descansa en paz.