Macron llegó a la presidencia hace casi un año con dos grandes ideas: hacer más competitiva a la economía francesa a través de reformas liberalizadoras, y dar pasos hacia la Europa unida reforzando la zona euro.

¿Cómo le va? Ya está claro que no lo tiene fácil. En el frente interno encuentra muchas resistencias. Ahora tiene una huelga larga (tres días de cada cinco) de los ferrocarriles franceses, un bastión del sindicalismo corporativo. Y conflictos en Air France y algunas universidades. Pero asegura que no va a ceder y el domingo por la noche se sometió a un interrogatorio de tres horas en TV con dos periodistas nada dóciles, uno de ellos el director de la web Mediapart que ha destapado muchos escándalos. Salió vivo.

Y lo mismo sucede en las encuestas. Fue elegido presidente con el 23% de votos en la primera vuelta y el 66% en la segunda (contra Marine Le Pen). Ahora su popularidad, según el último sondeo del semanario "Paris Match", está en el 42%. No es mucho, pero sí satisfactorio si se compara con el 21% de Hollande y el 28% de Sarkozy cuando llevaban el mismo tiempo en la presidencia.

El frente externo no es menos complicado. Alemania, sin el europeísta Schulz al frente del SPD, es reticente. Merkel entreabre la puerta a un fondo monetario europeo -pendiente de concretar- y a más colaboración económica pero prima los esfuerzos internos de los países para ganar competitividad (cita a España, Portugal e Irlanda) sobre la solidaridad. Y los diputados de la CDU temen -como Holanda y otros gobiernos- que la solidaridad conduzca a que sus ciudadanos paguen más en beneficio de los del Sur. Así las ideas de Macron de un presupuesto de la zona euro, un ministro de finanzas y un fondo europeo de garantías bancarias deberán esperar. Sin olvidar que en Italia todavía no hay gobierno y han ganado los antieuropeos.

Macron no tira la toalla. Sabe que con Merkel -por convicción y por interés- algo conseguirá porque Europa -pese a las reticencias de los gobiernos del Norte- está ante el dilema de avanzar o arriesgar demasiado. La cumbre europea de julio será importante y mientras Macron potencia la imagen de la Francia en construcción (basada en la fusión en un solo partido de liberales y socialdemócratas) y la próxima semana estará en Washington, donde Trump -con el que parece haber logrado una buena relación pese a las diferencias- le ofrecerá dos cenas en la primera visita de Estado que recibe. También hablará ante el Congreso americano.

Cuando el jueves vuelva a París, la huelga de la SCNF (más potente que la Renfe) le seguirá plantando cara.