Es curioso la rapidez con que evolucionan algunas veces los acontecimientos. Cuando apareció Podemos, va para cuatro años, y empezó a hablar de la Renta Básica Universal (RBU para los amigos de las siglas), se preparó una buena. Paga para vagos, despilfarro, insensatez, utopía, sinsentido? Hubo que abrir el paraguas. No era en realidad ninguna idea original y se estaba experimentando en diferentes países, nada sospechosos de radicalidades. Pero sonaba tan diferente, parecía un anatema de tal calibre, que era rechazada sin más, sin permitir una mínima explicación. ¿Dónde se había visto que la gente pudiese cobrar un sueldo a cambio de nada? ¿Qué economía podía surgir de tal dislate? ¿Estaban locos esos que lanzaban la nueva idea o solo eran unos irresponsables de campeonato?

La mayor parte de la gente sigue pensando en la imposibilidad misma del concepto, ya que rompe con otra idea firmemente arraigada en nuestras cabezas: lo de ganarás el pan con el sudor de tu frente. Y sin embargo resulta que cuatro años después, el debate no es ya si debe haber o no una Renta Básica, con el apellido que sea. El debate es qué tipo de Renta Básica será más conveniente y cuál se acabará imponiendo. Pues lo que pocos pueden discutir a estas alturas es que el empleo como única forma de acceso a la riqueza ha dejado de ser algo posible. Desde el momento en que el empleo no es generalizable, ni accesible a todo el que lo busque, es forzoso revisar la forma de organización socio-económica a la que estábamos acostumbrados. Nos profetizaron hace décadas que íbamos hacia la civilización del ocio, con las máquinas haciendo la mayor parte del trabajo y la mayoría de nosotros tirados a la bartola y disfrutando. Era una delicia leer aquellos libros de las décadas ochenta-noventa del pasado siglo. Pero a sus autores se les olvidó un pequeño detalle: para disfrutar del ocio hay que tener dinero y sin trabajo habría que inventar otro mecanismo de reparto de la riqueza. Ese pequeño detalle es el que viene a llenar ese concepto, aún en debate, de la Renta Básica.

Se acabará imponiendo con seguridad, porque no queda otra. Recuerden: gasolineras sin empleados, autoservicios, teletiendas, e-comercios, macrogranjas, robótica? La cuestión es en qué forma se acabará imponiendo y, sobre todo, a favor de quiénes. Porque el debate hoy, como digo, está ya en la fase de discutir qué tipo de renta acabará sustituyendo al salario, como acceso universal a un mínimo bienestar. Entre los muy ricos, entre las élites financieras, se baraja la idea de una Renta que impida caer el consumo y mantenga a todo trapo la economía internacional. A cambio, eso sí, de eliminar todo o casi todo lo que llamamos Estado del Bienestar. Ojo a eso. Los ultraliberales que mangonean el mundo debaten una paga de mera subsistencia y consumo cuya implantación implique la desaparición de las pensiones, los servicios públicos, la sanidad y educación gratuitas, las ayudas sociales, etc.

Ese tipo de renta es la que les conviene a ellos y a sus intereses. Se trataría de dar un cheque periódico a quienes no tengan ingresos, desentendiéndose de ellos desde ese mismo instante. Para la mayoría, sin embargo, sería una inmensa estafa. La Renta Básica por la que hay que pelear y defender desde aquí abajo es la RBU propiamente dicha, muy estudiada ya en Universidades y con crecientes experiencias sobre el terreno. De lo que se trata es de ganar y ampliar derechos sociales, de perfeccionar el acceso universal y equitativo a los bienes de la tierra y a lo que entre todos producimos. No de renunciar a lo que ya tenemos. Y ya sé que hablo de algo demasiado novedoso, territorio no explorado y por tanto con múltiples incertidumbres que habrá que ir despejando, una por una. Pero miremos a nuestro alrededor. El mundo cambia de modo acelerado. Las certezas de ayer, del siglo XX, van resquebrajándose. Lo que hasta hace poco era inmutable ha mutado. Tenemos que edificar nuevas ideas sobre las que van cayendo. Y hay que ser audaces, rápidos y listos. Si vuelven a ganar esta partida los del Olimpo financiero, estamos acabados. Cuidado cuando sean los poderosos los que digan que nos conviene una Renta Básica, con algunas modificaciones. Nos jugamos la sociedad de los siglos venideros.

(*) Periodista, escritor y secretario de Organización de Podemos en Castilla y León