Iba a despotricar contra el Trabajo de Fin de Máster (TFM) y la señora Cristina Cifuentes, aún presidenta de la Comunidad de Madrid mientras tecleo estas líneas en mi ordenador, pero he preferido tocar el asunto casi de pasada hasta ver cómo finaliza la representación de la que, si hubiera una votación popular, se llevaría todos los aplausos de un público entregado a desentrañar los entresijos de un vocablo, TFM, que la mayoría de los mortales desconocía que tuviera vida propia. Pero lo que son las cosas: este vocablo no solo existe sino que con toda probabilidad mandará al ostracismo político a una presidenta que había alzado la bandera de la limpieza en la política, sabiendo que todo en esta vida tiene un componente político: desde freír un huevo, sacar a pasear al perro o bailar el chachachá, hasta decidir por dónde debe pasar una carretera, cuánto hay que invertir en sanidad, educación y servicios sociales o qué requisitos deben cumplirse para obtener un título universitario.

Ninguna campaña publicitaria diseñada por los grandes expertos en marketing y comunicación sobre qué demonios es y para qué sirve el TFM hubiera tenido tanto éxito como el "buen hacer" y el "buen ejemplo" que en este tema han demostrado Cristina Cifuentes y algunos miembros de la Universidad Rey Juan Carlos. Cada cual en su campo ha estado sobrado. ¡Cuánto le debemos a la una y a la otra por la información que, de manera tan gratuita, han obtenido todos los españoles sobre la vida universitaria! ¡Qué flaco favor, sin embargo, han hecho a todas las personas que defendemos la importancia de los asuntos públicos y, en este caso, el respeto a las normas y la máxima transparencia en la gestión de todos los procedimientos y de cada uno de nuestros quehaceres diarios en la Universidad, por nimios que parezcan! Menos mal que la inmensa mayoría de los políticos y de quienes trabajamos en la Universidad no son ni somos como los actores que durante estos días hemos estado viendo en la susodicha representación, indistintamente del lugar elegido para disfrutarla.

No obstante, si el TFM es capaz de remover los cimientos de la política nacional, no olvidemos que en nuestra vida cotidiana siguen existiendo asuntos que deberían crisparnos y sacarnos de nuestras casillas tanto o más que las consecuencias del TFM. Por ejemplo, me enervan las justificaciones tan ramplonas que algunos lanzan a los cuatro vientos para justificar las subidas tan ridículas de las pensiones; los argumentos de quienes creen que, por el mero hecho de realizar un foro sobre despoblación en Zamora el próximo fin de semana, el gobierno del PP tiene una gran sensibilidad con uno de los problemas más urgentes que tenemos que resolver entre todos, o las explicaciones y las manifestaciones sobre las partidas económicas que se contemplan para Zamora en los Presupuestos Generales del Estado por parte de unos y de otros, diciendo lo mismo que otros años cuando hay que defender o criticar la generosidad del gobierno de turno. En fin, que si el TFM es muy importante, también lo son estas otras "pequeñeces" que tanto afectan a nuestra vida cotidiana.