Conviene, para favorecer la distensión, no dejar que los gases se acumulen. Lo sucedido en un Tribunal de Alemania resulta bastante natural. Quienes a lo largo de los días, meses y años han visto crecer la presión social del independentismo, el empeño en controlar la calle para imponer su voluntad a la otra mitad de catalanes y al resto de españoles, y el claro designio de acabar empujando al Estado fuera de Catalunya, con apuntes de fuerza física en algún momento, tienen derecho a hablar de violencia. Pero en sentido penal clásico la violencia es algo más neto; para entendernos: lo que uno mismo llamaría así ante una agresión personal. El juez Llarena, conocedor del texto y el contexto, la ha visto. El Tribunal alemán no. Quizás se haya excedido en ese juicio, pero la jueza Lamela tampoco la aprecia. No montemos, por favor, la clásica cruzada contra el enemigo exterior.