volvía a pasar los ojos y el corazón en estos días de Semana Santa por los relatos de los últimos días de la vida terrena de Jesús. He tenido la oportunidad de volver a contemplarlos con detenimiento, de descubrir a Jesús que salía a mi encuentro en estos textos a través de las celebraciones, y también viendo estas escenas representadas en las imágenes de nuestra Semana Santa, donde también he podido, un año más, adentrarme en estos misterios tan desbordantes. Y si me daba cuenta de algo, era especialmente de los sentimientos y actitudes de un Jesús que en los momentos finales de su vida se nos vuelve incomprensible, pues se caracteriza por el silencio, la humildad, la paciencia, la entrega, el amor infinito, el servicio, el perdón, la esperanza, el triunfo de la vida?

Esto me lleva a preguntarme por una segunda cosa: nosotros los cristianos nos llamamos así porque seguimos a una persona concreta, a Jesús de Nazareth, queremos compartir su misión e imitar su vida. Y pensaba en lo lejos que podemos estar de este modelo, también yo mismo. Muchas veces nuestra vida no tiene nada que ver con Jesús, con su Evangelio, pues en muchos de nosotros se hace difícil ver a Quien anunció y vivió el amor total, el servicio, el perdón, la humildad y tantas veces se nos puede colar, pues somos humanos, el querer ser más que los demás, el ser servidos, el rencor, la venganza, el odio entre familias y hermanos.

Es tiempo de volver la vista a Jesús, de conocer cada día más lo que él vivió y anunció para poder seguirlo mejor. Porque nosotros, como dijo Benedicto XVI, no seguimos una moral o una idea, seguimos a una Persona, y qué persona tan concreta. Y Él hoy nos sigue llamando a ser sus testigos verdaderos con nuestras vidas, a ser otros "Cristos" en el hoy, viviendo como Él vivió. Solo así nuestra vida será esa levadura en la masa, esa luz en las tinieblas, y volveremos a ser atractivos, porque seremos coherentes entre lo que decimos y hacemos. Solo así podremos suscitar que con nuestro ejemplo de verdaderos discípulos muchos puedan conocerlo, pues en nosotros lo descubrirán a Él y podrán seguirlo. Porque hemos de reconocer que tantas veces hacemos muy difícil que el mundo crea. Es el momento de que tantos pasen de decir (como yo he oído en alguna ocasión): "¿pero yo voy a creer en eso? Si ni ellos mismos se lo creen, mira cómo viven y están entre ellos"? a que puedan decir, como en los primeros siglos: "mirad cómo se aman, estos son los auténticos amigos de Jesús, yo quiero vivir así". Es tiempo de resucitar nuestra fe.