Las pobres mías están hasta el moño de doblar el espinazo un montón de veces al cabo del día, haciendo camas, limpiando baños y habitaciones por 2,30 euros por habitación limpia. Son las camareras de piso que se han agrupado en una asociación nacional con implantación en ocho territorios, ninguno de ellos de Castilla y León, y que se hacen llamar "Las Kellys", nombre que al parecer proviene de un popular juego de palabras: "la Kelly, la que limpia". En el caso de este colectivo, limpian los hoteles.

Las Kellys están revolucionadas y razón no les falta, trabajan un montón, en un trabajo que resulta ímprobo, como tantos otros, pero es que en su caso perciben una miseria económica. Y es que, además, sufren "explotación y externalización" y las cargas de trabajo que tienen las lleva a padecer algunos problemas de salud que no están contemplados como enfermedades profesionales. Doscientas mil mujeres están en su derecho de realizar estas y las reivindicaciones que sean legales. No se puede hacer de ellas un colectivo invisible porque no lo son. Se percibe su trabajo, mejor o peor, nada más acceder a las habitaciones de los hoteles.

Las Kellys se han armado de valor y se han ido a ver al presidente del Gobierno quien ha departido con ellas durante casi dos horas en la Moncloa. Se han debido emplear a fondo porque le han sacado a Mariano Rajoy una serie de compromisos que no pueden quedar en palabras vanas. De entrada, el presidente del Gobierno se ha comprometido a impulsar acciones para mejorar las condiciones laborales de las camareras de piso. El más importante la modificación del artículo 42.1 del Estatuto de los Trabajadores para prohibir la subcontratación en este sector y ampliar el catálogo de enfermedades profesionales.

Ya va siendo hora de dar visibilidad a colectivos como el de estas mujeres que no están siendo muy bien tratadas que digamos. Sin ellas, los hoteles serían un desastre y, ¡ojo al dato!, estamos hablando de un colectivo de 200.000 personas. No se puede ningunear a los trabajadores, sean del sector que sean, especialmente los menos mimados, los peor atendidos por patronal y sindicatos, los que parecen no existir porque no salen en manifestaciones, porque no se habla de ellos, porque su sector es silencioso. Han tenido que ser mujeres las que pongan el dedo en la llaga y los puntos sobre las íes en ese encuentro con el presidente. Cinco bravas mujeres que cabe esperar hayan arrancado algo más que palabras y promesas al presidente. Dicen que las ha tratado con mucho cariño, como no podía ser de otra forma, pero tras el cariño hay que pasar a la acción.

El hecho de que Rajoy haya visto coherentes sus peticiones es que estás mujeres tienen más razón que un santo. Y hay que respaldarlas. No se las puede dejar tiradas. Resulta curioso que el colectivo esté formado mayoritariamente o puede que únicamente por mujeres. Y que se hayan armado de valor decidiendo pasar a la acción. El de todas ellas es un trabajo duro, siempre se ha oído decir, proclives a contraer enfermedades muscoesqueléticas entre otros muchos problemas que no han recibido la consideración debida.

Me alegro por las Kellys. Qué pena que otras Kellys, las que limpian su hogar, no tengan ni el reconocimiento exterior ni muchas veces el interior.