Hay actuaciones que cuesta mucho entender. No se puede discriminar a nadie por cuestiones de sexo, de confesión, de ideología e incluso de condición. No se puede ser sectario. No se puede ir por la vida señalando con el índice acusador al que no es igual. Otra cosa es que se discrepe de actuaciones, fundamentalmente cuando son políticas o institucionales, que se señale a los descerebrados que quieren separar en lugar de unir. No se puede actuar con arbitrariedad porque alguien sea más alto, más bajo, más delgado más grueso o tenga una discapacidad. Con los discapacitados hay que ser especialmente empáticos y sensibles. Sin pasarse.

Es tremendo que la Confederación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de la Comunidad Valenciana se haya visto en la obligación de denunciar la discriminación sufrida por un grupo de personas con discapacidad por parte del dueño de una pizzería al negarles una reserva para almorzar por ser usuarias de sillas de ruedas. Ni que fueran portadores de un virus letal, ni que padecieran una enfermedad contagiosa. O, ¿qué pasa, que el dinero de estas personas vale menos que el dinero de las otras? La razón esgrimida por el propietario del local para su negativa es que, admitiéndoles, podría perder clientela. ¡Tiene bemoles! No creo que haya clientes así. No creo que nadie se asuste a la vista de una silla de ruedas o de un rostro diferente. Yo creí que todo eso ya estaba superado.

En otro tiempo, hace muchos años, lo mismo, a causa de los convencionalismos y esas gilipolleces que se inventan las sociedades de todo el mundo, podrían darse situaciones tales. En nuestros días, no. En nuestros días se han superado todas esas cuestiones. La gente no va por la vida haciendo de menos al prójimo por esa razón en concreto. Entre otras cosas porque nunca se sabe qué nos puede pasar a los demás. Y porque personas con discapacidad nos dan lecciones de superación increíbles. A la participación de tantos de ellos en el siempre difícil mundo del deporte, le remito.

Impensable en otro tiempo que un invidente pueda conducir una bicicleta, una persona sin brazos pueda nadar y una persona sin piernas jugar en un equipo de baloncesto. Eso es así. Ellos son un ejemplo de superación para todos los demás. Para los que se amilanan con un dolor de muelas o un malestar general. No se les puede rechazar porque no hay argumentos para hacerlo, por mucha palabrería que se quiera emplear. Es vergonzoso que en nuestros días se produzcan este tipo de comportamientos. Sin embargo y según denuncian las organizaciones afectadas, son más frecuentes de lo que imaginarnos podamos. Hay que romper las barreras actitudinales que todavía existen en una sociedad que, a veces, da la sensación de que no evoluciona.

La sensibilización sobre la igualdad de derechos de las personas con discapacidad es tarea de todos con nuestra propia actitud. Por supuesto que la tarea principal recae en las organizaciones que respaldan a colectivos tan importantes, pero también depende de todos y cada uno de nosotros en lo personal y en lo colectivo. Hay que tender manos, no retirarlas, hay que arrimar hombros, no despegarlos, hay que ser solidarios y aplicar aunque sea ese principio egoísta que reza: "Hoy por ti, mañana por mí".