Se acaba de celebrar el Día del Número Pi, y nosotros tan panchos. Para mí, que en el Bachiller de mi época me decanté por letras puras y estudié lo que se llamaban lenguas muertas, nunca tuvo más atractivo que su representación con la grafía del alfabeto griego. Pero que tenga hasta su propio día festivo desde hace algunos años obedece a numerosas razones.

El 3,1416 que aprendimos en la infancia es la constante que relaciona el perímetro de una circunferencia con la amplitud de su diámetro. Es decir, que el perímetro de la plaza más redonda de tu pueblo es tres veces y algo más su diámetro. Dicho de otro modo, ese numero de veces el diámetro es el número pi. No es un número exacto, sino un número infinito, con infinitas cifras decimales, que se aplica en informática para probar la velocidad de los ordenadores o en física para calcular áreas y volúmenes de los cuerpos redondos (no, para medir los de las suegras no sirve, me temo).

Los ingenieros usan pi para determinar el volumen y el área de la superficie de los tanques de los satélites de la NASA para saber cuánto propulsante líquido se necesita para mantener la nave en marcha. Pero además, las conexiones de los teléfonos móviles con las antenas de telefonía, las rutas de los aviones, el GPS y los relojes de péndulo lo emplean de alguna manera para funcionar. Antes y ahora, sin pi no somos nada. No solo aparece en lugares que no esperamos: es como el amor de una madre, que está siempre ahí aunque no lo veas.

El Día del Número Pi se conmemora el 14 de marzo porque los angloparlantes escriben las fechas al revés que nosotros: por tanto ellos hablan del 14 de marzo como 3/14. Una tontá como otra cualquiera. Y como pi se pronuncia pai en inglés, igual que pastel, los frikis de las matemáticas en general, y de la geometría en particular, lo celebran tomando dulces.

El más estudiado de los números, el irracional más famoso, compartía festejo con el nacimiento del físico alemán Albert Einstein y el del naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente (y de su muerte también, curiosa coincidencia). Desde este año coincide con el fallecimiento del físico británico Stephen Hawking. Más razones para celebrarlo y recordarlo... con muchos pasteles.