Primero unas pinceladas climáticas: diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, de Sebastián de Miñano y Bedoya, de 1827: Vega del Castillo, sierra del norte para ir a Cabrera, la mayor parte del año está cubierta de nieve; San Martín de Castañeda, una sierra , en la cual hay nieve todo el año. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, de Pascual Madoz, de 1845-1850: Vega del Castillo, montañas de Cabrera se hallan la mayor parte del año cubiertas de nieve; Sierra Segundera, conservándose en sus concavidades la nieve por espacio de nueve meses.

El abajo firmante en el verano de 1970 ó 1971 (siendo un jovencito) pisó la nieve de un pequeño nevero en la zona superior de la ladera norte de Peña Trevinca.

Vayan a buscar ahora nieve en verano en estos puntos, simplemente no existe. En primavera hay muy poca nieve o es inexistente. Quizás sean argumentos que corroboren el cambio climático a nivel provincial.

¿Tiene sentido comer aquí unos espárragos cultivados en Asia, o en Sudamérica, o un cordero nacido en Argentina? Aunque sean más baratos, ¿qué coste energético supone el transporte de dichas producciones a varios miles de kilómetros de su lugar de origen?

¿Tiene sentido que aquí muchas zonas agrícolas se abandonen por "falta de rentabilidad"? ¿Tiene sentido que aquí muchos pastos no se aprovechen o se quemen? ¿Cuántos kilogramos o toneladas de gases contaminantes y de C02 son emitidas a la atmósfera en el transporte de esas mercancías hasta sus lugares de consumo? Respuesta: es la globalización.

La globalización supone trasiego constante de mercancías a "precios competitivos", muchas veces a costa de explotación laboral en origen.

Si la globalización favorece el cambio climático, habrá que ir contra la globalización.Las grandes ciudades son insaciables devoradoras de mercancías, de bienes y servicios, de energía, en esta sociedad de consumo, con necesidades tremendas también en el transporte diario de personas. Los pueblos son en muchos casos autosuficientes en cuanto a bienes de primera necesidad, como los alimentos.

El impacto ambiental sobre el planeta que produce un habitante rural es mucho menor que un habitante urbano. En el próximo futuro es esperable que muchos ciudadanos, por nuevo proyecto vital, por mayor calidad de vida y por razones económicas, pongan rumbo al ámbito rural, ya que las condiciones serán menos inhóspitas que en las grandes ciudades. Las producciones locales serán básicas en su actividad.

De todas formas, no conviene confundir el deseo con la realidad. El tiempo lo dirá. En la línea de Teo Nieto, cura de Aliste, hay que reivindicar lo rural con firmeza, educación y respeto, pero sin complejos de inferioridad, valorando lo nuestro.

Estas citadas producciones locales, por razones ambientales, de ahorro de energía, de puesta en valor de muchos territorios marginales, de creación de puestos de trabajo en estas zonas, deberían ser prioritarias para todas las Administraciones.

La agricultura y la ganadería deben ser sectores estratégicos, pero absolutamente intrincados en la pequeña escala rural, de lo contrario cada vez sobrarán más superficies por "falta de rentabilidad" y traeremos los espárragos cultivados a 15.000 kilómetros de distancia, cuando los tenemos a la puerta de casa.

Además de saber de donde proceden los productos alimenticios, deberían informarnos a los consumidores de la "huella ecológica" producida por el transporte de dichos productos desde sus lugares de origen hasta el destino final. De esta forma, las producciones locales resaltarían por su escasa o nula contaminación ambiental, en el traslado hasta el consumidor, favoreciendo la vida rural en nuestro país al crear trabajo aquí.

No tengo nada en contra de los agricultores de otras regiones del mundo, pero el sentido común, el despilfarro de energía y la progresión del cambio climático indican que las cosas deben cambiar.

Paradójicamente y como autocrítica, estas pretensiones coinciden o se acercan a las teorías proteccionistas del peligroso, vergonzante e impresentable presidente actual de los EE UU. Lo que es evidente, es que si en el presente y en el futuro, cualquier persona tiene a su alcance cualquier mercancía, de cualquier lugar del mundo y realiza la compra y esto se multiplica por miles de millones de operaciones, el colapso ambiental está garantizado.

Las producciones locales, por razones ecológicas, son la gran esperanza del mundo rural, y del urbano. Parece que mientras no se dé un escenario catastrófico (migraciones de millones de personas hacia el norte, hambre por sequías extremas, etc.), los responsables políticos mundiales no quieren hacer nada realmente serio para frenar esta situación.

En la línea de "lo local a lo global", la vuelta a la vida rural haría disminuir la "huella ecológica" del hombre sobre el planeta, único disponible.