Querido Ray. Parece mentira pero ya hace un mes que tuve que acompañarte en tu último viaje en este mundo.

He necesitado un mes para contarlo porque incluso con todo este tiempo de por medio, sigo buscando pedazos de mi corazón que no encuentro.

Escarbo entre mis recuerdos, buscando tantos momentos felices que hemos vivido juntos, que me dan esperanza para seguir adelante.

Fuiste un verdadero rayo de luz y esperanza en mi vida en el momento que más lo necesitaba, cuando había perdido la esperanza, cuando no tenía ganas de luchar, cuando me sentía más perdido que nunca, apareciste milagrosamente de la mano de alguien que siempre lo ha dado todo por mí sin pedirme nada a cambio y que además, tildé de loca por esa propuesta absolutamente increíble.

Gloria Martin, del Restaurante El Empalme, cuando se enteró de que me había quedado sin perro guía y la ONCE no me quería facilitar un perro, se sacó de la chistera un milagro llamado Ray, un pastor alemán blanco increíble, educado seguramente por los dos mejores entrenadores que ha habido en el mundo de los perros guías, Alberto Alvarez y Jane Hardford, locos ambos y apasionados por el amor a los perros que crearon la asociación PAAT en Zamora, y que me brindaron la oportunidad de conocerte, de recuperar mi vida, de ser feliz durante mucho tiempo?

Tu bondad fue correspondida por mucha gente que ha sido maravillosa y generosa contigo hasta límites insospechados, y a los que en tu nombre agradezco y agradeceré siempre todo lo que han hecho por ti.

A Jorge Azcarate, para mí el mejor veterinario del mundo, que desde que enfermaste, y cuando yo ya tenía los peores presagios, me dijo una frase que no olvidaré jamás: "¡Aquí no se muere nadie hasta que yo lo digo!" Y cumplió, implicándose mucho mas de lo que su trabajo le implicaba, luchando centímetro a centímetro para que siguieras vivo, dándote muchos años más de vida de los que jamás nadie habría podido creer, gracias Jorge de todo corazón.

A Ana Mediavilla y a Luis Cepeda, que te acogieron en su casa cuando ya no podías trabajar conmigo y cuando para mi la situación se estaba volviendo insostenible, te dieron todo su amor de una forma generosa y altruista, te amaron todo lo que se puede amar a un peludo como tú, que es mucho.

A mi pareja Andrea, que se enamoró tanto de ti como de mí, y que peleó para que pudieras vivir tus últimos años en su casa, y por extensión a Orlando y a Mercedes, a Edison y a Jonathan, pero sin duda, a la abuelita Gloria, que se volvió inseparable tuyo, y que estoy seguro que está sufriendo tanto o más que yo tu pérdida. Gracias Gloria, por sacarlo todos los días a dar un paseo, por hacerle sentir importante, por haberle dado un motivo para seguir viviendo hasta que su cuerpo dijo que ya no podía más, puedes estar segura, que en el cielo tendremos que compartirlo, porque Ray terminó siendo tan tuyo como mío.

Ray, amor mío, ha habido mucha gente que te ha querido, Marina, que te ha considerado un hermano, y a la que se le rompió el corazón tanto como a mí, a su madre y compañera mía durante unos años, Olga, quien en el momento que supo que tenías que marcharte, me mandó sus besos y su amor para ti, y que seguro también te los dará cuando te vea en el cielo.

Aunque en los últimos años has vivido lo que todos dicen que ha sido una "jubilación dorada", has seguido haciendo feliz a mucha gente. La posibilidad de verte cada poco tiempo, de sentir tu cabeza cerca de mi pierna, de poder abrazarte, de poder ver cómo me suplicabas que te pusiera el arnés y te diera un paseo porque era la mejor forma de sentirte útil y feliz, me daba fuerzas, me hacía sentirme como pocas veces me siento en la vida, ahora todos estos momentos se han ido para siempre amigo.

Tus riñones decidieron que era el momento de parar, y a mí, me tocó acompañarte en el tránsito más difícil que puede tener el dueño de un perro guía, decidir que tienes que terminar, tenerte en mis brazos mientras tu alma se separaba de tu cuerpo, mientras tomaba conciencia de que nunca más podría volver a abrazarte, tocarte, sentirte? Ten por seguro que fuiste afortunado, pudiste evitarte todo el sufrimiento que los humanos no somos capaces de evitarnos entre nosotros.

Estoy seguro, que cuando muera, si voy al cielo, Karel y tú estaréis allí moviéndome la cola y esperándome, para volverme a hacer feliz, para volver a sentir mi corazón ligero con alas, para poder ver a través de vuestros ojos y descubrir un mundo y una vida que sin vuestra ayuda no habría sido imposible.

Por favor, se feliz en ese nuevo mundo, en esa otra vida, pero no me olvides porque yo te llevaré en mi corazón cada día que me quede un aliento para recordarte.

No sufras amigo, Jazz, sigue aquí dispuesto a ayudarme, a hacerme compañía y a evitar que me descalabre. Pero nada impedirá que me siga acordando de ti, al igual que me acuerdo de Karel, espero que os hayáis encontrado y que os lo estéis pasando en grande juntos.

Qué injusto fue quien creó el mundo cuando hizo que los perros viváis tan poco tiempo en comparación con los humanos, seguramente nunca fue consciente del dolor que a algunos nos causaría esto.

(*) Crítico gastronómico invidente