Espectacular. Así es el cambio de imagen de la cupera Anna Gabriel. Ha sufrido una metamorfosis digna del mismísimo Franz Kafka. Está irreconocible. Se ha quitado el flequillo etarra que no encajaba con su nuevo estatus, se lo ha puesto de lado, se ha soltado la melenita consiguiendo una imagen diferente, la de una pijita modosita que parece no haber roto un plato aunque hace tiempo que se haya cargado la vajilla. Como que ahora se parece más a Inés Arrimadas o Andrea Levy. Es lo que tiene vivir fuera de la tribu.

No es el único cambio que se observa en la exdiputada. Ha dejado aquella forma soberbia, intemperante y bronca de hablar para hacerlo en un tono moderado, suave, bajito, como hablando para el cuello de la camisa en lugar de vociferar como acostumbraba a hacer en su etapa parlamentaria. Ahora, en lugar de parlar en su lengua vernácula, el catalán, emplea como idioma el francés que es mucho más dulce y en el que hay que reconocer que se defiende bien.

Todo esto ha ocurrido desde que ha viajado a Ginebra con el afán de internacionalizar su problema y de autoexiliarse llegado el caso. Todo menos enfrentarse con la valentía que nunca tuvo a los tribunales, puesto que considera que no tendría un juicio justo. Bien sabe ella que su pecado, en el que sigue empeñada, ha sido de lesa humanidad. Que bien saben elegir los cobardes independentistas los países en los que seguir dando la tabarra con ese proceso que no les conduce a ninguna parte.

La Gabriel ha puesto pies en polvorosa, primero en Venezuela y luego en Suiza, demostrando lo que siempre se sospechó de ella, que perro ladrador poco mordedor. Por lo menos Junqueras ha dado la cara, tiene mi respeto solo que por eso. Ésta, además de cobarde es una cínica y una hipócrita redomada. El juez Llarena tiene que ser contundente, tiene que aplicar la ley como corresponde, con firmeza. Esta chica ha huido de su responsabilidad, y tiene mucha en todo lo ocurrido por lo que tiene que dar muchas explicaciones.

El juez Llarena tiene también que entrar a valorar las declaraciones que por activa y por pasiva siguen haciendo todos los que pasan por su tribunal, una vez que lo abandonan. Es vergonzoso escuchar a estos valientes de pacotilla reírse de su buena suerte. Lo digo por los que se van de rositas. Mire si tienen un juicio justo que el magistrado no puede ser ya más benevolente de lo que es.

A los de la Cup yo les pondría prendido en la solapa un lacito color marrón, marrón caquita de caganer que es lo que son los huidos y otros que se quedan en plan chulesco y desafiando al Estado de Derecho y a la Justicia española. Esta gente siempre se arrima a lo peor de cada casa. En su periplo suizo, la cupera está asesorada por un abogado defensor de terroristas etarras. Amuela comprobar el grado de desconocimiento de la realidad española que tienen algunos ciudadanos europeos. Lo que sí me gustaría saber es de dónde sale el dinero para vivir en la carísima Ginebra, para pagar al carísimo abogado que ha contratado y para todo lo demás. Porque esa estancia cuesta un pastón. A lo mejor gracias a su cambio de imagen logra un puesto en una de esas empresas capitalistas a las que tanto critican los antisistema.