El informe de comercio exterior que acaba de hacer público el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad confirma el ralentí sufrido por Castilla y León en materia de exportaciones durante el año 2017. El volumen económico ronda en conjunto los 15.600 millones de euros, lo que significa una disminución del 3,9 por ciento respecto al anterior ejercicio, en contraposición con el crecimiento nacional del 9 por ciento.

Estos datos no animan, precisamente, al optimismo al romper una tendencia alcista de los últimos años en la estrategia exportadora de una Comunidad muy condicionada por el sector del automóvil, los bienes de equipo y, en menor medida, por la alimentación y bebidas.

El peso de Castilla y León en el conjunto nacional de las exportaciones baja al 5,6 por ciento y, aunque el saldo comercial es todavía positivo, las importaciones han experimentado también un crecimiento significativo. Todo ello no deja de ser un toque de atención en la línea de flotación del primordial objetivo autonómico: el crecimiento del empleo. Y lo es porque está más que demostrado que las exportaciones suponen una palanca de crecimiento de primer orden y representan un factor determinante de la sostenibilidad laboral en las propias compañías locales.

Sin ahondar en algunas de las tareas pendientes, lo cierto es que esta realidad exige un mayor esfuerzo. Y no me refiero solo a las administraciones públicas, que también, sino al conjunto de los interlocutores que intervienen directamente en la mayor capacidad exportadora de un tejido industrial y comercial que ha acreditado calidad y talento. Para alcanzar el loable objetivo de que el peso industrial en la economía regional sea del 20 por ciento hace falta invertir en innovación competitiva y en la necesaria diversificación industrial, a lo que se suma el uso de las nuevas tecnologías y la apuesta por los mercados más alejados como, por ejemplo, son China, Japón, India, Brasil, México y Estados Unidos.

Nuestro modelo productivo tiene que dar ese salto cualitativo si pretendemos no perder el tren de las exportaciones y que otros sectores distintos al del automóvil también tiren de la economía de Castilla y León.