Ni siquiera la cantante Marta Sánchez pudo pensar por lo más remoto que su versión del Himno de España interpretado en el Teatro de la Zarzuela iba a contar con la respuesta social obtenida. No me extraña que se encuentre "abrumada e incrédula". Así nos quedamos en un primer momento, cuantos recibíamos el mensaje con la actuación de la famosa cantante española que ha residido los últimos tres años en Miami. No quiero decir con mi aplauso que se une al del público que llegó a ponerse en pie en medio de una estruendosa ovación que la de Marta tenga que ser la letra definitiva que a todos nos permita poner voz al Himno patrio, pero ya es algo.

No me parece del todo mal que se alcen voces pidiendo que Marta interprete el Himno, por ejemplo en la próxima final de la Copa del Rey. Después de tantos 'pitos' y tantas 'flautas' como se han escuchado en este tipo de eventos deportivos, sobre todo cuando juega el Barça, ya va siendo de que le devolvamos a España, al Himno y a la Bandera un poco del respeto hurtado, en medio de la indiferencia, la tibieza y la cobardía de unos y el odio mortal cuantas veces orquestado de otros. Ya va siendo hora de que se honre como corresponde a los símbolos de España, sin las estridencias organizadas de los que quieren reventar estos encuentros.

Igual que en la 'super bowl' de fútbol americano, se canta el himno nacional estadounidense al comienzo del evento deportivo, ¿por qué no se va a poder hacer lo propio en España? Y mientras políticamente se ponen de acuerdo en la letra, que Marta Sánchez haga una intervención que ayude, más de lo que lo ha hecho Puigdemont, a avivar el patriotismo sano. Hablo de patriotismo, no de patrioterismo ni del antipatriotismo de los que silban. Es muy fácil despotricar e insultar a la bandera, y pitar al himno mientras suena. Lo difícil es mantener la educación y el respeto debido mientras se escucha con atención. Como se hace en cualquier país civilizado. Porque en cualquier país civilizado es impensable, cuando suena su himno nacional, que se haga lo que hasta la fecha se ha permitido hacer en España por parte de gobiernos timoratos que se han mostrado incapaces de actuar con el rigor que cabía esperar de ellos, amparados como están por la Constitución.

Porque pitar al himno no es libertad de expresión. Se está apelando constantemente a esa libertad mal entendida, cosa que se hace siempre que se falta al respeto, se insulta, se difama o se vilipendia a personas y símbolos. El Jefe del Estado tampoco sale muy bien parado que digamos. Menos mal que gracias a Puigdemont y sus cuates hemos empezado a sentir orgullo de pertenencia a una nación maravillosa, cual es España, por encima de políticos, de sinvergüenzas, de extorsionadores, de tibios, de revienta patrias, de demagogos que utilizan los tiempos de crisis para apostatar de patria, de bandera, de himno y de todo lo demás. Discurso en el que coinciden ampliamente los etarras que pululan por la política vasca y los Podemos boys.