Cierto es que las declaraciones de Granados, uno de los principales imputados por el escándalo de la Púnica que ensucia al PP de Madrid, realizadas el lunes ante el juez, hay que cogerlas con guantes y con pinzas, primero porque nadie de esta gente resulta fiable, y segundo porque es bien conocida la postura de aquellos que entre la espada y la pared deciden morir matando, poniendo en marcha el ventilador para que la suciedad, la corrupción en este caso, llegue a todos los rincones.

Pero tampoco cabe descalificar sin más, tales declaraciones, aunque representen, casi seguro, una versión interesada y beneficiosa para el acusado, que salió de la cárcel hace unos meses en libertad bajo fianza, porque también pueden contener su dosis de verdad. Granados era secretario general del PP madrileño, persona de máxima confianza de la entonces presidenta Esperanza Aguirre, y muy cercano por tanto al resto de los dirigentes de su partido y de la comunidad que gobernaban. O sea, que se sabía todo lo que por allí ocurría, incluso aunque ahora cuente solo lo que no le perjudique. Pero que la trama existía es indudable, y presuntamente el PP resultó igualmente beneficiado.

Comisiones, mordidas, donativos, que se iban en parte para los que pusieron en marcha el fraude y en parte, según Granados, para financiar las campañas electorales de su partido. Lo mismo, idéntico, que lo revelado en Valencia por otro renegado del PP que también sabía demasiado Pero se ha ido más allá, pues ha sido Granados prodigo en detalles y no ha dudado en acusar a Aguirre, Gonzalez, y Cifuentes, no imputada hasta ahora, como conocedores de la Púnica y de los tejemanejes que se urdían a su alrededor, hoy por ti mañana por mí. No solo eso, sino que el ex alto cargo de Madrid ha llevado el asunto a terreno personal y ha hecho alusiones a una supuesta relación sentimental que mantenían por aquel entonces Ignacio González, el que fuera presidente de la autonomía, y Cristina Cifuentes, su sucesora actual, meros cotilleos. Y todo ello sin aportar ninguna prueba de sus denuncias.

Ha anunciado la presidenta una demanda contra Granados por ataque a su honor, y ha echado de menos el apoyo de los lobbies feministas, irónicamente, pues ella y todos conocen bien que estos colectivos subvencionados solo funcionan en favor de la izquierda. Pero desde luego que las palabras de su ex compañero le van a dar la puntilla respecto a sus esperanzas de llegar a ser la candidata del PP en unas futuras elecciones generales, si bien en realidad parece que tal posibilidad ya no existía dado el brusco giro que Cifuentes estaba dando a su gobierno de Madrid, muy lejano a la derecha con sus leyes progresistas. Ese es el problema del PP: que no tiene sustituto para un Rajoy acabado.

La reacción en la oposición ante el lodazal expuesto por Granados ha sido pedir la presencia de Cifuentes en el Congreso para que pueda explicarse. La petición ha surgido de PSOE y Podemos pero Cs ya se ha unido a ella, por lo que no hay escapatoria. Creen que un partido con tantísimos escándalos de corrupción en la chepa no puede seguir en el poder. Aunque sea el menos malo o el malo conocido.