Hace mucho tiempo que estoy interesado en comprender lo que pasa de modo diferente al habitual, sin consumir noticias de lo inmediato, contadas apresuradamente y olvidadas con rapidez. Todos los seres humanos queremos saber, está en nuestra naturaleza, como ya dijo Aristóteles, y esa apetencia tiene por objeto la verdad de las cosas. La dificultad mayor que vamos a encontrar para satisfacer ese deseo es el posible engaño, podemos tomar por cierta la mentira. Cuando nos interesamos por la vida cotidiana, cuando indagamos sobre nuestro mundo y los avatares que nos afectan, corremos más riesgo de ser víctima del embuste. De ahí que les proponga, amables y curiosos lectores, un remedio que, si bien no garantiza la inmunidad ante la farsa, al menos les hará personas más precavidas y un poco escépticas, que nunca viene mal; se trata de no dar por cierta ninguna información del momento hasta el día siguiente, mientras, deben contar con más de una fuente de datos. Esta pausa, esta suspensión del juicio sobre lo que pasa, necesita entrenamiento pero muy pronto comenzarán a recoger los frutos: más tranquilidad, mayor seguridad en sí mismos, mejores digestiones y un descanso reparador. Háganlo, apúntense a las noticias lentas, no tengan prisa en preocuparse, no corran a vacunarse ni a sacarse el carnet de Ciudadanos.

James Harding desempeñaba hasta el mes pasado uno de los puestos más prestigiosos a que pueda aspirar un periodista, dirigía el servicio de informativos de la BBC. Lo deja porque no quiere seguir pendiente sólo de las noticias de última hora, afirma que ha comenzado a entender cómo se siente la gente, agobiada por la ingente cantidad de sucesos que le llegan por todos los canales. Vaya, no está mal que profesionales con tan buen currículo nos adviertan de los riesgos del consumo compulsivo de novedades.

Recuerdo con fidelidad las señales horarias que marcaban el comienzo del parte en Radio Nacional de España. Eran las dos de la tarde, ya estábamos sentados a la mesa y otra vez había cocido, finales de los años 60. Decía la radio que el Generalísimo acababa de inaugurar otro pantano y que el Plan Badajoz continuaba con su ambiciosa obra para dotar a esa provincia de infraestructuras que mejorarían la renta y la producción agraria. El tono engolado del locutor que leía las noticias para todas las emisoras, la dictadura imponía un solo informativo, no he podido olvidarlo, como si la verdad de lo que pasaba estuviera afectada por una resonancia celestial. No había duda, "lo habían dado en el parte". Así organizábamos nuestro mundo, pequeños y mayores, sin poder contrastar lo escuchado, sin capacidad para imaginar otra realidad. Cincuenta años más tarde nos vemos en las antípodas de aquel escenario, saturados, hartos, asqueados por el abrumador caudal de noticias que nos perturban y convierten en personas mal informadas. Fatal paradoja que debemos afrontar con paciencia. Tenemos datos pero nos falta contextualización. Los hechos obedecen a circunstancias concretas que deben tenerse en cuenta. La realidad es compleja, ni mejor ni peor. Hay que enfrentar esa complejidad. Con la excepción de M. Rajoy, presidente simple por excelencia, que reduce todo a su máxima vital: "hay que actuar como Dios manda".

No resulta fácil mantener el tipo y enlentecer cada noticia. Se trate de la prisión permanente revisable que el gobierno del PP quiere endurecer con nuevos supuestos, en un claro ejemplo de populismo jurídico y de oportunismo político, prácticas ambas muy queridas por los conservadores que ya en más ocasiones han ejercido de buitres carroñeros con las víctimas, sean de unos violadores asesinos o de enloquecidos terroristas. De paso, aparentan seguir gobernando entre juicio y juicio por corruptos. O aludamos a la sentencia que condena a un joven a pagar una multa por un fotomontaje. Se le considera culpable de un delito contra los sentimientos religiosos por sustituir la cara del Cristo de la Amargura por la suya. Que todavía haya fiscales o jueces que califiquen esta imagen como desprecio y ofensa a unas creencias irracionales, da medida de la importancia de considerar el contexto del que hablamos. Si nos referimos a la estúpida polémica por la expresión "portavoza", empleada por Irene Montero, llegaremos a la triste conclusión de que determinadas y necesarias luchas, como la feminista, se ven entorpecidas por la impericia de algunas dirigentes. ¿Acaso no previeron la controversia que produciría? ¿En qué mundo viven, con quién se relacionan? Consiguieron que no se hable de las leyes que necesitamos para ganar en igualdad, ni de la brecha salarial, ni de otras gravísimas desigualdades sociales y económicas? también consiguieron que la putrefacción del PP desapareciera de los titulares. Muy lamentable que Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, secundara tan desafortunada aberración lingüística, abundando en el desatino del otrora ridículo "miembras".

Atendamos al contexto y entenderemos mejor el sentido de las palabras, de los hechos y de la vida.