Es espantoso, pero ya ni hacemos acuse de recibo, ni nos inmutamos. No hay semana en que el mundo judicial o el policial no nos hagan llegar alguna noticia de las que tumban gobiernos en cualquier país medianamente democrático. Un delator mensaje de móvil, desvergonzadas conversaciones de reparto de botín, acusaciones de empresarios contra políticos, acusaciones de políticos contra empresarios, acusaciones de políticos entre si, documentos y papeles? Todo, con nombres y apellidos de por medio; con una sigla, la del PP, que se repite hasta la náusea; con indicios, datos y pruebas que sostienen las acusaciones. La corrupción es tan generalizada en torno a ese partido, que el propio PP se sienta en el banquillo de una de las causas, imputado por destruir los ordenadores de Bárcenas en los que, según el testimonio de éste, guardaba "información sensible" sobre el dinero ilícito de la organización.

Por infinitamente menos hubo sonadas dimisiones. Uno recuerda aún aquella de Borrell, como pre-candidato del PSOE al Gobierno, porque se pilló en pringues fiscales, no a él, sino a unos amigos con los que salía de vez en cuando a esquiar o compartía barbacoas. Claro que el escándalo que se montó contra el exministro socialista fue épico; nada que ver con la calma chicha con que ahora se reciben los escándalos mil veces mayores del PP. Siempre hubo clases, amigos. También eran dignas de oírse las voces del PP y su ejército mediático en los años finales de Felipe González, cuando los escándalos de corrupción del gobernante PSOE aparecían de dos en dos: que si la directora del BOE un día, que si el infame Roldán al siguiente? La sensación de gangrena política en los años finales del gobierno de González fue muy poderosa. La sensación ahora de un gangrena política aún peor, aún más dañina para el cuerpo social, resulta inevitable.

Porque ese es el problema de la corrupción, cuando se extiende e incluso se fomenta, por acción u omisión, desde las altas esferas de un Estado. Se transforma en algo peor, algo más grave. Como la gangrena, acaba amenazando al cuerpo entero si no se ataja a tiempo, si no se corta de cuajo, si no se le hace frente con valor y decisión. Y nadie está haciendo frente, políticamente hablando, a la constatación cotidiana de corrupción generalizada en el PP. Encabezados por el impávido Rajoy, los dirigentes del partido han hecho de la negación de la evidencia un mantra y de la pasividad una peculiar y suicida forma de gobierno, hacia dentro y hacia fuera. Un país, un Estado, es demasiado cuerpo para perecer por una gangrena de este tipo, si se centra sustancialmente en un partido. Pero un partido carece de esa fortaleza y todo va indicando que la gangrena de su corrupción, sin aparente coste electoral, puede acabar llevándose por delante al PP. Todos los indicios apuntan a que su relevo naranja está listo para heredar a sus votantes. Y recuerden que no sería la primera vez que un partido colapsa, incluso estando en el Gobierno; recuerden la UCD.

No voy de profeta e ignoro si volveremos a vivir aquel fenómeno de un partido que del todo pasó a la nada en una sola cita electoral. Reflexiono sobre el hecho incuestionable de que lo que estamos viviendo en la política española no es normal ni por asomo. No es normal que no haya semana en que no sepamos cosas que tumban gobiernos en cualquier país de nuestro entorno, mientras que aquí no pasa nada o salen los voceros del Gobierno a negar, con rostros de cemento, la realidad. Nos hemos acostumbrado; pero no, no es normal. Es profundamente anormal la irresponsabilidad en la que está instalado el partido gobernante, más atento a su control de daños interno (manoseando jueces, leyes y poder), que al buen gobierno del conjunto de la nación. Pensar que eso no se paga o ya se solventó en sucesivas elecciones, es ignorar lo que la Historia documenta una y otra vez. Hasta reinas y regentes (como Isabel II y antes su madre, María Cristina) cayeron y tuvieron que salir por pies cuando la gangrena de sus corrupciones las devoró. Por citar solo una de mis últimas lecturas.

Ánimo, por tanto, buenas y pacientes gentes. El momento es espantoso, sí. Pero saldremos de estas ciénagas de corrupción. Ellos, me da que no.

(*) Escritor, periodista y secretario de Organización de Podemos CyL