El universalismo mal entendido es tan nefasto como el nacionalismo. Por ejemplo, para el universalismo virtual el universo es la nube. Para el terrenal, lo son todas las partes y ninguna. Para el buen universalismo, en cambio, el universo está en cada lugar del universo. El introito sirve para justificar la elevación a universal del choque de mañana entre el Sporting de Gijón y el Real Oviedo, estandartes populares de dos ciudades separadas por 28.000 metros que desde una y otra se ven como 28.000 años luz. Madrid y Barcelona, Washington y Moscú son pálidos remedos, mucho más recientes, y en estas dialécticas enquistadas en la historia la intensidad la da la antigüedad. El choque planetario servirá para reverdecer, ante nuevas generaciones, un conflicto que no es étnico, ni religioso, ni cultural, apellidos que sólo sirven para enturbiar la esencia del conflicto en sí, en estado puro.