La seguridad es una condición propia de los estados democráticos. No se entiende una sociedad moderna en la que sus ciudadanos duden de la eficacia de quienes por ley deben protegerlos. Ha costado mucho tiempo en España, pero se ha conseguido y, por eso, este bien, que es consustancial a un sistema de bienestar, debe ser protegido y cuidado. Episodios como los que se han vivido en Zamora en los últimos días, con varios atracos y robos en la capital y la provincia, hacen dudar de este valor a algunos ciudadanos que, como ocurre en el caso de los que viven en pueblos de la comarca de Los Valles de Benavente, se están planteando incluso movilizarse para denunciar una situación, que ellos consideran de indefensión.

En Zamora capital, en cuatro días se han encadenado el asalto de tres jóvenes con pistolas a la sede de una empresa donde encañonaron a sus trabajadores e hirieron a uno de ellos y la detención de otras tres personas tras robar en una tienda de la zona comercial de Vista Alegre, donde ya habían actuado en otras dos ocasiones. Se da la circunstancia de que la Policía vincula este atraco con otro ocurrido en una provincia próxima.

En el mismo espacio de tiempo, cinco iglesias del valle de Vidriales fueron asaltadas y otras dos sufrieron daños en sus puertas. El valor de lo sustraído no ha trascendido aunque no se cree que sea muy importante porque en los templos no se guarda ya más que las limosnas de los cepillos y los lampadarios. Afortunadamente en esta ocasión no se han llevado objetos sagrados como ha ocurrido en otras ocasiones.

En esta misma comarca, igual que ha acontecido en otras ocasiones en otros puntos de la provincia, sobre todo del noroeste, también bares y establecimientos comerciales han sido víctimas de los ladrones que, en general, causan más destrozos que lo que se llevan. "¿Acabará esto algún día?", se preguntaba el miércoles en este periódico el párroco de la comarca benaventana Miguel Hernández, zona donde en algunos templos luce un cartel dirigido a los "señores ladrones" advirtiéndoles de que allí no se encuentra nada de valor.

Los robos en el ámbito rural siempre se realizan siguiendo el mismo patrón. Los ladrones actúan de noche, fuerzan las puertas y acceden al interior de las iglesias, comercios o viviendas deshabitadas donde se mueven a su antojo. La despoblación y el envejecimiento de los habitantes juegan a favor de quienes atentan contra los bienes ajenos. Lo vivido en Trefacio al principio de semana es un ejemplo de la situación, los cacos entraron en una casa por una ventana y por allí sacaron hasta los electrodomésticos.

Lo ocurrido en Zamora capital, con varios sucesos delictivos en poco tiempo, puede ser una desgraciada casualidad, pero no así lo que acontece en el ámbito rural desde hace tiempo. El incremento de robos en los pueblos es claramente consecuencia del desamparo en que vive una población que está perdiendo, día a día, los enganches con el resto de la sociedad. Cada vez hay más territorio despoblado y menos servicios. Mantener el estado de seguridad obliga a un mayor esfuerzo.

Los ciudadanos lo tienen claro: se necesitan más fuerzas de seguridad, más guardias civiles que se hagan visibles en los pueblos para disuadir a los delincuentes. La Subdelegación del Gobierno en Zamora cada vez que se repiten este tipo de sucesos sale a la palestra a anunciar que el servicio está perfectamente cubierto y que no se ha bajado la guardia en ningún momento. El plan Roca de lucha contra los robos en el campo sí está cumpliendo su función y está siendo efectivo porque han disminuido las acciones delictivas y ha logrado, además, desterrar esa iniciativa que algunos agricultores barajaron de crear patrullas de vigilancia, una actuación que de haberse concretado, hubiera incrementado los problemas. Pero el éxito de este programa no parece haberse repetido igual en la vigilancia de los cascos urbanos, donde muchos de sus moradores siguen quejándose y aseguran que los asaltos van en aumento.

Vecinos de la comarca de Los Valles, tras la última ola de robos en las iglesias, se están planteando, y así lo han manifestado a este periódico, convocar una movilización para denunciar la inseguridad en la que se vive en los pueblos. Piden resultados, no solo que se investigue, y denuncian que robos y atracos han aumentado desde el pasado verano. Miran incluso a los responsables políticos, a los que acusan de "despreocuparse" de lo que está sucediendo en el ámbito, como si ya tuvieran amortizado que la mayor parte de los pueblos están condenados a desaparecer.

La seguridad siempre ha sido una de las banderas de la provincia y ahora parece que está en entredicho o al menos así lo creen los ciudadanos víctimas de robos y asaltos. Hay que exigir resultados porque solo así se logrará disuadir a los delincuentes. Ya no valen solo las buenas palabras, se necesita más. Si de verdad son bandas organizadas quienes cometen las fechorías, hay que identificarlas y detener a sus miembros. El ámbito rural bastante castigado está ya como para que también tiemble de miedo por falta de seguridad.