Algo parecido a "quien te ha visto y quién te ve" se podría decir del Zamora C.F, ya que hace tiempo no frecuenta otros caminos que los de la supervivencia. Desde la temporada 2014-2015, de infausto recuerdo, en la que descendió a la 3ª División, y en la que todavía continúa, el club se mantiene, a trancas y barrancas, merced al esfuerzo de un grupo de aficionados, a quienes hay que agradecerles no haber tirado la toalla, y seguir peleando. Y es que ha sido un sin vivir en esta última década, dadas las vicisitudes por las que ha ido pasando, incluida la de su desaparición. Es una lástima que un club tan arraigado en la ciudad, que este año cumple medio siglo de existencia, y que ha contribuido a llenar espacios informativos, a entretener, e incluso a emocionar a miles de zamoranos, se encuentre en situación tan precaria. Pero la realidad es muy pesada e impone sus condiciones, con independencia que lleguen a gustar o no. Es una lástima, que no se pueda sacar el club adelante, aunque solo sea por aquello de que el fútbol entretiene, da tema para hablar, y contribuye a hacer pasar buenos ratos. Porque, mientras se está viendo un partido, el que más y el que menos llega a creerse en posesión de la fórmula mágica para que legue a ganar su equipo, para decidir la mejor alineación y para marcar las tácticas, aunque se sea consciente que para eso están los profesionales a los que les cuesta mucho acertar con la tecla. Pero la gracia del fútbol es esa, la de opinar sin miedo a meter la pata, ya que no hay necesidad de admitir las equivocaciones, porque siempre se encuentra alguna disculpa para justificar los desaciertos ante cualquier pronóstico.

Pero no es lo mismo ver un partido de Segunda División A, en la que participan 22 clubes, que uno de Segunda B, en el que militan 80, y menos aún de Tercera División, por la que se mueven 360. Porque la velocidad con la que circula el balón es diferente, aunque las florituras con las que se adornan y la visión del juego no se distingan demasiado. De manera que en la medida que se va descendiendo de categoría es como si se pasara de viajar en el Ave a hacerlo en un tren regional.

Pero, obtener una plaza en las divisiones superiores no es empresa fácil, ya que los clubes de fútbol no se rigen por las pautas que imperaban hace años, porque ya se acabó la etapa romántica en la que primaba el amateurismo. Y es que, ahora, prima la profesionalidad sobre cualquier otra consideración, y poner en marcha un club, con garantías, requiere disponer de un monto económico que no está al alcance de cualquiera, ya que las aportaciones de los socios y los ingresos en taquilla no llegan para mantenerlo.

Existen clubes que vieron venir esto hace años, y decidieron transformarse en sociedades anónimas, poniendo en marcha planes cuyo objetivo era la de ascender de categoría, pues en la Segunda A y la Primera División los ingresos por derechos de televisión, patrocinio y merchandising, suben como la espuma. Ahí están los casos de Numancia y Ponferradina, pertenecientes a esta autonomía. El primero lleva 17 años en 2ª División A, habiendo estado otros 4 años en Primera, y ello en una ciudad como Soria que cuenta con menos habitantes que la nuestra. Pero claro, es que en Soria un grupo de empresarios decidió, en su momento, poner en marcha un plan de empresa, primero poniendo dinero y después recuperándolo con el ascenso de categoría, que les ha dado excelentes resultados. El segundo caso, el de la Ponferradina, con una población similar a la nuestra, también conducido por un conocido empresario, no ha sido tan brillante, pero si merece ser destacado, ya que ha estado 6 años en Segunda A. Pero los casos se repiten en otros lugares, ahí están clubes como el Éibar, Getafe y Leganés, por poner algunos ejemplos que, en su día, compitieron con el Zamora CF y ahora forman parte de la Primera División, como otros ocho exrivales que ahora lo hacen en Segunda División A, entre los que se podrían citar a Lugo, Huesca y Alcorcón, y otros treinta clubes más que militan en la Segunda B.

El caso es que sin dinero no se pueden hacer milagros por mucha ilusión que se ponga y muchos sacrificios que estén dispuestos a hacer los directivos. De manera que, si no existe algún empresario interesado en gestionar este negocio, es casi imposible salir del pozo. Pero claro, en Zamora las empresas no parecen encontrarse, en este momento, en situación lo suficientemente boyante como para esperar que lleguen a asumir nuevos riesgos. De ahí que no existan demasiadas expectativas, salvo que se sea partidario de seguir un plan similar al de la Cultural Leonesa que, tras echarse en brazos de un grupo catarí, que controla la sociedad, no solo ha conseguido enjugar su deuda, sino que ha llegado a ascender de categoría, eso sí, a cambio de determinadas contrapartidas. De momento, la "Cultu" ha pasado de desaparecer a jugar en Segunda A, aunque queda por ver si ese proyecto será capaz de mantenerse en el tiempo.