En Almendralejo, Badajoz, los defensores del bienestar animal, piden que se prohíba la venta de petardos.

Unas malas bestias, le han introducido un petardo en la boca a un gato y le han destrozado. Que alegría, que alborozo, que valientes estos hijos de mala madre.

No soy animalista acérrimo, pero no puedo admitir la bestialidad. Se puede prohibir la venta de petardos, vale, pero en la próxima hazaña de estas sabandijas, le meterán por la boca el palo de la escoba, el desatascador del fregadero o un móvil obsoleto.

Nada se alcanza de restringir las libertades, siempre habrá hijos de puta que van a disfrutar pisando a los ciudadanos, a los animales y al entorno que por desgracia los cobija. Luchemos por que estos indeseables queden fuera de todo aprecio de la sociedad, no por los que recibimos al Año Nuevo con petardos o fantasías pirotécnicas después de tomar las uvas. Respetamos a los animales, a las personas y a todo lo que nos rodea, vive y deja vivir? Nuestra ruidosa expansión es cosa de diez minutos al año.

F. Mario Santos