Este lunes pasado, Podemos, el único partido al que he pertenecido en mi vida, cumplió cuatro años. Numerosos analistas y medios han coincidido en que no era un aniversario particularmente feliz. Las encuestas tiran a la baja, en las elecciones catalanas el resultado fue malo, a lo largo de 2017 se manifestaron serias quiebras internas y la participación interna, una de nuestras señas de identidad, también apunta desánimo y desmovilización. Por citar algunos de los argumentos con los que regocijan estos días críticos y adversarios, poco menos que adelantando el entierro de la que sigue siendo la tercera fuerza política del país. Se precipitan.

No soy tan tonto, tan ciego o tan sectario como para decir que estamos en el mejor de nuestros momentos. Es obvio que no. Pero sí digo que lo extraordinario y digno de celebración es que seguimos vivos y tan dispuestos como el primer día a convencer a nuestras gentes de que el cambio, la transformación social, no es una capricho u ocurrencia de un puñado de iluminados, sino una necesidad extrema de la que depende el bienestar e incluso la supervivencia social de este país y no digamos de territorios como el nuestro. Desde su mismo inicio, Podemos planteó un desacomplejado, ambicioso y osado programa político de todo o nada. Dijimos: esto no va, no van las instituciones, no funcionan los mecanismos democráticos, no es aceptable una economía al servicio exclusivo de los más fuertes ni unos representantes que solo representan a quienes nos empobrecen. Y ante la depresión colectiva y descrédito de las recetas clásicas, optamos por organizarnos y buscar un apoyo masivo. Lo expresó con inesperada claridad Pablo Iglesias tras las europeas de 2014:

Sí, tenemos cinco eurodiputados, conseguidos sin dinero y sin un partido conocido detrás. Pero con eso no cambiamos nada y la necesidades de mañana serán las mismas de ayer para millones de compatriotas. Nada que celebrar.

Siempre advertimos que no nacíamos para ser una fuerza simpática, de las que caen bien porque se conforman con poco y están dispuesta a pactar con los que ganen, sean los que sean. Fuimos poniendo ideas sobre la mesa, con infinito esfuerzo dada nuestra falta de experiencia y medios, machacados siempre por el bombardeo mediático, tan brutal como incansable, de nuestros adversarios. Quedó claro que queríamos revisarlo todo. Pero, ojo, no para derribarlo todo, sino para ver qué se podía salvar, qué reparar y qué reconstruir desde cero. Fuimos deslizando ideas que siempre escandalizaban, pero acababan abriéndose paso, porque son de sentido común: Renta Básica, Proceso Constituyente, fin de aforamientos y puertas giratorias?

Nuestra falta de complejos y transparencia de intenciones incrementó exponencialmente nuestros enemigos, siempre numerosos y con infinitamente más recursos. Amenazábamos demasiados intereses. Por eso creo que lo sorprendente, la noticia, no es que cuatro años después estemos en un momento de bajón, demoscópico y del otro, e incluso de cierta "fatiga interna de los materiales". Lo sorprendente, lo que desconcierta a nuestros enemigos, es que no "hayamos muerto". Y ello después de jugar a todo o nada. No conseguimos todo, está claro. Pero tampoco nos hemos quedado en la nada. Por algo los de arriba siguen mirándonos con miedo y atacándonos con saña, mientras continúan promocionando por tierra, mar, aire y bancos, la apresurada alternativa de derechas a Podemos, que son los de color naranja.

Pese a todos nuestros errores, caídas, extravíos y cansancios, tengo una mala noticia para quienes defienden que todo siga en las mismas manos, con las siglas de siempre y por los mismos derroteros: no nos vamos, no desaparecemos, Podemos tiene aliento para rato. Seguimos dispuestos a demostrar que "sí se puede", aunque desde arriba mientan cada día asegurando que no, que no se puede pagar la luz más barata, ni subir los salarios, ni cobrar pensiones, ni dar de comer al hambriento, ni seguir teniendo una sanidad pública y universal, ni una enseñanza de calidad, ni una justicia independiente, ni unos servicios sociales como los que nuestra gente se ha ganado, ni empleos suficientes y que merezcan ese nombre, ni políticos honestos? Frente al "No se puede hacer nada distinto a lo que hacemos" de ahí arriba, desde abajo vamos a seguir demostrando que Podemos. Y eso, la fuerza inmensa de la mayoría que sufre y nos empuja, va a hacer imposible que desaparezcamos. ¡Gracias y seguimos!

(*) Escritor, periodista y Secretario de Organización de Podemos CyL