Algunos medios informativos deberían cuidar más la forma de presentar las noticias, pues de ello depende que el lector pueda entenderlas y, consecuentemente, valorarlas en su justa medida; porque el lector no tiene por qué conocer determinados aspectos técnicos o científicos y puede llegar a sacar conclusiones equivocadas. Es por ello que el periodista tiene la obligación de informarse de aquello que no domina o conoce, y en caso de no ser así, limitarse a dar la información sin añadir comentarios descabellados o desorientadores.

Viene esto a cuento porque hay veces que se le ponen a uno los pelos de punta al tener contacto con algunas de ellas, especialmente si hacen referencia a algún tema del que se tiene información. Y es que es tal la premura con la que se publican, que resulta difícil contrastarlas para garantizar una buena digestión de las mismas. De ahí que no sean lo suficientemente precisas o completas como para ser utilizarlas como dogma de fe. Y no es bueno jugar a acercarlas al disparate, porque a medio plazo quitan las ganas de leer periódicos, escuchar emisoras de radio, o ver determinados espacios televisivos.

Afortunadamente, no se trata, ni mucho menos, de un hecho mayoritario, pero no por ello menos peligroso, porque hace que la confianza que se pueda tener depositada en determinado medio se vaya reduciendo poco a poco. Y es que, el lector oyente o televidente comprende que pueda haber errores, porque eso es consustancial a cualquier profesión, pero. es que hay veces, que parece flirtearse con la manipulación y hacer uso de la frivolidad para contar determinadas cosas.

Viene esto a cuento de una noticia publicada en un importante diario digital, el pasado 2 de enero, que titulaba "Ovejicidio en Tarragona", en la que la palabra ovejicidio fue inventada sin necesidad, ya que existen términos como arrollamiento o atropello, que definen perfectamente la situación que más adelante llegaba a describirse. Pero claro, aplicándole a las ovejas el elemento compositivo "-cidio" (Que, como es sabido, viene del latín, y significa "matar") se le daba a la noticia un aura truculenta.

El hecho en cuestión era que un tren había arrollado un rebaño de ovejas, acabando con muchas de ellas. Se las había llevado por delante, porque los animales se encontraban en mitad de la vía, y el pastor debía estar entretenido poniendo WhatsApp o consultando alguna cosa en las redes sociales, sin percatarse del peligro que estaba corriendo. Y es que el tren no cometió ningún ovejicidio, sino que el pastor no estaba a lo que tenía que estar, y así pasó que los animales, a los que presumiblemente estaba cuidando, se quedaron diezmados en mitad de la vía, porque los trenes, a diferencia de otro tipo de vehículos, no pueden detenerse en pocos metros, para evitar atropellos.

Afortunadamente, todo acabó en eso, en ovejas muertas y en desperfectos en el tren, porque que allí viajaban más de doscientas personas que, de haberse producido un descarrilamiento, ahora estaríamos hablando de una catástrofe. De manera que la noticia, realmente, debía haber versado sobre un pastor desaprensivo y un tren que se había comportado estupendamente, y que gracias a ello las personas que viajaban en él habían resultado ilesas.

Más adelante el informador optó por echar más leña al fuego añadiendo los términos "brutal", refiriéndose al impacto, y "aterrador" al escenario, para darle más morbosidad. Eso sí, se le olvidó decir que el tren circulaba a más de 200 Km/h, y que su peso era de más de 200 Tm, y que, por tanto, el impacto puede uno llegar a imaginárselo, porque todo el mundo sabe que la fuerza es proporcional a la masa y a la velocidad.

También se le olvidó decir que, en ese mismo término, el de Mont-Reig del Camp, no hacía mucho tiempo, un desalmado había colocado una enorme piedra en mitad de la vía, provocando el descarrilamiento de otro tren, con consecuencias graves para los viajeros e importantes desperfectos en el tren.

En resumen, que podría haberse esmerado un poco más, diciendo que se trataba del segundo accidente, en poco tiempo: el primero intencionado, y el segundo vaya usted a saber, porque lo mismo podía haber sido por una negligencia, que por un acto vandálico o, incluso, por un sabotaje. Quizá esto último, habría sido más llamativo que lo del "ovejicidio", aunque solo fuera por aquello del tópico "no dejes que la realidad te estropee un reportaje".