Ala espera, hasta la semana próxima, de saber lo que va a ocurrir en Cataluña y de si los independentistas pese a sumar mayoría serán capaces de ponerse de acuerdo para constituir el Parlament, acordar presidente de la Generalitat y formar su Govern, lo que sí se detecta fácilmente es que tras su triunfo en los comicios del 21D en aquella región, los de Cs, el partido de Albert Rivera, ha pasado a la ofensiva aunque mantenga su buena relación, como no podía ser menos y no se sabe si por devoción u obligación, con el Gobierno y con el PP de Rajoy. Van a por todas.

Porque lo cierto es que en la calle está del runrún de unas elecciones generales que se estiman necesarias dadas las circunstancias, y que seguramente harán que la legislatura, que se mantiene en condiciones muy precarias desde su inicio, no pueda llegar a su final por mucho que el habitante de la Moncloa se empeñe en perpetuarse en el cargo. Por eso, ataca Cs, dando la cara o sin darla, porque entiende que ahora, en la cresta de la ola, sería el momento oportuno para intentar el acceso al poder, teniendo en cuenta ademas que las encuestas coinciden en señalar su alza junto a la bajada del PP. El votante de Rajoy mira ya hacia otro lado, hacia el lugar de Cs como la alternativa que pudiera ser válida y que antes no se contemplaba más que como una aproximación.

Aunque a los de Rivera les quede aun mucho que demostrar, porque sus contradicciones de antaño no se han olvidado todavía. Y su sensación de inmadurez en algunos aspectos sigue latente. La cuestión seria otra vez si apostar por lo viejo, caduco y corrupto, por aquello de más vale lo malo conocido o si decidirse por lo que está por conocer. Ahí está el asunto, un dilema nada fácil, y por eso Cs vas intentar, intenta ya, aprovechar su tiempo de gloria, pues las victorias como las derrotas también acaban perdiéndose en la memoria colectiva. Lo malo es que no dependen de ellos, pero ahí están, como acabamos de ver en el Ayuntamiento de Zamora donde los concejales de centro se han alejado, en cuanto a los presupuestos, de la oposición del grupo del PP que calificaron de demagógica y han cambiado para apoyar al equipo de gobierno local, no por apoyar a IU y PSOE sino para marcar posturas y diferencias con relación a los ediles populares.

La situación económica, aunque pueda parecer lo contrario, también les favorecería, porque asalariados, funcionarios y pensionistas van a continuar sufriendo este año la misma pérdida de capacidad adquisitiva y poder de compra que en años anteriores. La pregonada recuperación solo puede hallarse si acaso en la macroeconomía. Pero aunque hayan incrementado el salario mínimo, el aumento medio de los sueltos va estar alrededor del 1,4, y menos aun los funcionarios, y todavía menos los pensionistas con un incremento del 0,25 por ciento. Y todos ellos habrán de enfrentarse a un IPC que prácticamente ha llegado a finales del año anterior, rondando el 2 por ciento. Los sindicatos protestan y el Gobierno, de paredes para fuera, anima a subir los salarios. Pero a ver quien le pone el cascabel al gato.