S e quejó la enfermería de aparecer en el programa de Nochebuena de TVE representada por actrices de piernas largas y batas cortas a las que los hospitales les dan ganas de bailar. La coreografía fue como cruzar la puerta del Ministerio del Tiempo que lleva a las fantasías sexuales sesenteras, a los ensueños eróticos en vías de desarrollo para pacientes traumatizados por la monja de la operación de fimosis.

La protesta es un automatismo pero no más que la propuesta: jugar a los médicos es propio de una edad superada o de cuando los españoles parecíamos turcos y éramos cortos para imaginar mujeres que manipularan cuerpos humanos con cabeza y manos profesionales.

Olvidemos la fantasía y vayamos a la realidad. Los periodistas deberíamos protestar contra la fantasía sádica de que se nos haga acudir al ojo del huracán y al corazón de la tormenta, a empaparse en la gota fría, a deshidratarse bajo el termómetro urbano del ferragosto para explicar, contra viento y marea, la obviedad o la excepción meteorológica.

Las personas normales, si pueden, buscan refugio, miden la nortada por la nieve que se deposita en el alféizar y se alejan de las olas que revientan a sus espaldas contra el espigón ¿por qué no pedir un comportamiento normal y que se informe sin el aliento entrecortado o la tiritona para vocalizar correctamente?

Informar de lo invernal que es el invierno y lo agostador que es agosto se ha vuelto periodismo normal para el ciudadano normal que se practica sometiendo al reportero a la anormalidad. Lo cabal es hacerlo en interiores con una imagen del exterior y, si quieren distinguir al reportero meteorológico de la mujer del tiempo, hagan un set con forma de ascensor para hablar del tiempo.