En el mes de abril de 1911 estuvo don Miguel de Unamuno visitando las ruinas del monasterio cisterciense de la Granja de Moreruela. Sintió que aquellas piedras le hablaban y ellas le inspiraron visiones de eternidad que dejó plasmadas en la luz de su prosa y concentradas en los sonetos que figuran en sus "Recuerdos de la Granja de Moreruela".

Decía don Miguel: "Añorando yo, como las ruinas del monasterio cisterciense de la Granja de Moreruela tiempos que se cumplieron, me dije por dentro: En una celda solo, como en arca de paz, libre de menester y cargo/ el poema escribir largo, muy largo,/ que cielo y muerte, tierra y vida abarca/ Después, en el verdor de la comarca/ la vista apacentar, sin el amargo /pasto del mundo, a la hora del letargo/ ver como visten la dormida charca/ en flor las ovas. Lejos del torrente/ rauda del caz que hace rodar la rueda/ que muele el trigo, soñar lentamente/ vida eternal en la que el alma pueda/ ser pura flor, ¡Oh, reposo viviente/ floreces solo el agua que está queda!.".

Alfonso VII, el Emperador, y su esposa doña Berenguela pidieron monjes cistercienses a San Bernardo, los cuales vinieron a España en 1131, estableciéndose en Moreruela de Tábara. Contaba la Orden con artífices legos que, bajo la dirección de un monje, se trasladaban a los lugares elegidos para levantar aquellas maravillosas construcciones de los comienzos del gótico. De aquellos serían quienes se detuvieron en el valle que luego ha sido la dehesa de la Guadaña, con un terreno fértil, rezumando por todos sus poros agua pura y cristalina que forma abundantes y mansas fuentes.

Aquellos geniales y piadosos artistas trabajarían en tal edén con el legítimo orgullo de ver como poco a poco surgía de entre sus manos el suntuoso monasterio, en cuyas piedras dejaron grabado el cuño de su personalidad. "Había el Moreruela y San Martín de Castañeda -dice Fernández Duro- códices preciosos, privilegios reales y escrituras de los siglos de la Reconquista...".

Todo desapareció. Vinieron malos tiempos para las Comunidades religiosas, y el monasterio de la Granja de Moreruela fue cayendo en manos de ignaros propietarios que no vacilaron en darlo como pasto a la estulticia y rapacidad de los habitantes de las cercanías. Y aquellas piedras labradas con tanto amor y con tanto arte fueron cayendo y hasta sirvieron para cercar la dehesa en que se halla enclavado el monasterio.

Cuando ya parecía todo perdido, fue declarado Monumento Histórico Artístico el 3 de junio de 1931. A pesar de ello, las ventas posteriores incluían algunos edificios del monasterio, hasta que el Ministerio de Cultura inició expropiaciones forzosas en el año 1981.

En 1995 pasó a ser conjunto protegido en propiedad de la Junta de Castilla y León, y se han realizado varias intervenciones parciales en los últimos años que permiten admirar los restos de lo que fue el magnífico monasterio cisterciense.

Las ruinas que pueden contemplarse corresponden a un modelo arquitectónico cluniacense adaptado a la tipología cister. La observancia de las reglas de San Benito hacen que el lugar elegido se encuentre en zonas solitarias, apartadas de núcleos poblacionales. El conjunto monacal propiamente dicho, lo componían la iglesia y las dependencias residenciales de los monjes, la hospedería, la enfermería, la botica, los molinos, las fraguas y los talleres, todo ello para prestar servicio a una comunidad autosuficiente.

El Monasterio de Moreruela gozaba desde sus inicios de ingresos estables como la producción de un tejar y varias aceñas ubicadas a lo largo del río Esla.

Lo primero en ser construido fue la iglesia en la zona del altar que contiene los magníficos absidiolos, luego se construiría la sala capitular, las salas de los monjes, los refectorios y demás dependencias.

Las excavaciones arqueológicas realizadas en 1985, en el suelo junto a los basamentos de las columnas muestran que en la iglesia se hacían enterramientos en la época de Carlos III.

Las intervenciones de urgencia realizadas en 1995- 1996 sanearon los elementos incluidos en la restauración anterior y se consolidaron los muros.