En un clima de odio y enfrentamiento que se está hacia do irrespirable no solo en Cataluña sino en toda España, se llega a la semana decisiva, a la hora de la verdad, de corto recorrido. Las muchas encuestas aparecidas últimamente resultan coincidentes en sus previsiones acerca de la situación que se vivirá políticamente en la región catalana tras los comicios del próximo jueves. El triunfo, pero por los pelos, ajustadísimo, se lo siguen disputando Ezquerra y C´s pero gane quien gane no dará para mayorías absolutas. A no ser que finalmente la participación supere ese récord de más del 80 por ciento que se prevé. Pero tan cerca pueden quedar los de Rivera como los de Junquera de la mayoría absoluta y los partidos constitucionalistas de los independentistas, que se necesitará la cuña o bisagra de algún otro partido para que alguien pueda gobernar. Y si no es así, y aunque parezca que nadie desea que así suceda, puede ocurrir lo mismo que en las elecciones generales de 2015, que hubieron de repetirse, una posibilidad que ya se baraja hasta el punto de que se contempla la primavera para una repetición de los comicios catalanes si se hiciera preciso, manteniendo el insalvable 155 por delante.

Tal vez no sería tan mala solución de llegar el caso, que pese a lo estrecho y cercano de los resultados que se esperan no parece probable ni deseable, porque entonces se conseguiría, no haber serenado los ánimos separatistas, que eso nunca va a pasar, pero sí no dejar en evidencia esa tan rápida convocatoria electoral a la que se llega por parte de todos, con los deberes sin hacer, y que puede que acabe valiendo para nada o muy poco. El día 21 se sabrá. A la espera, con temor y esperanza. Y si nadie alcanza la mayoría absoluta todo quedaría en manos de una coalición escasamente fiable, la de En Comú, con la alcaldesa Colau y Pablo Iglesias por detrás y el tal Domenech como candidato dando la cara, que puede tener a la postre la llave de la Generalitat. Porque otros pactos y acuerdos de gobernación parecen imposibles entre bloques tan cerrados y opuestos, entre la ley y el orden y los golpistas. Aunque no se descarta, ni mucho menos alguna frivolidad o traición de los socialistas catalanes, nada fiables y que tal vez no harían ascos a una alianza con Ezquerra y En Comú-Podemos. Pero lo más fácil es que las fuerzas de izquierdas de Colau e Iglesias acaben apoyando a los secesionistas si llega el momento.

En Cataluña y en España entera se teme lo peor, se teme la vuelta a empezar, pese al muro de hormigón armado del articulo 155 de la Constitución, y cada día se comprende menos la prisa de Rajoy en convocar elecciones para perderlas. Su partido, el PP, y en ello coinciden todos los sondeos, caerá allí a mínimos históricos. Mientras, apurando la campaña, la ex presidenta del Parlament, Forcadell, anuncia que no cejará en su empeño de hacer realidad una república catalana, lo mismo que andan pregonando el resto de los cabecillas secesionistas. Pero esta mujer es la que prometió ante el Supremo, para quedar en libertad condicional, que acataba la Constitución. Todos estos partidos tendrían que ser ilegalizados ya, drásticamente, y el juez que soltó a Forcadell y a otros debería retornarlos a la cárcel.