Las hermanas del la Orden de Malta, propietarias del Convento de Sigena, vendieron en 1982, 44 piezas de arte a la Generalitat de Cataluña por 56 millones de pesetas, y en 1992 y 1995 otras 52 piezas por 39 millones. Las operaciones fueron denunciadas por el Gobierno de Aragón que consideraba tener derecho de tanteo.

Después de muchos años de litigios, el Juzgado de Primera Instancia número uno de Huesca, el 8 de abril de 2015 decretó la nulidad de pleno derecho de esas ventas y la reintegración de dicho tesoro artístico al Monasterio de Sigena, dado que se trata de un monumento nacional indivisible y además las ventas se hicieron sin informar a las administraciones que tutelaban el monumento.

Se fijó el 25 de septiembre de 2015 como fecha de devolución de las piezas, que tendrían que ser entregadas por la Generalidad de Cataluña y por el Museo Nacional de Arte de Cataluña en las dependencias del Monasterio aragonés en ejecución provisional de sentencia. Sin embargo, las instituciones catalanas desobedecieron la sentencia.

El 26 de julio de 2016 se produjo el traslado de 53 piezas, mientras que las otras 44 piezas se encuentran todavía retenidas. Finalizando el mes de noviembre de 2017, por orden del Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez Vigo, en aplicación del artículo 155 de la Constitución, que lo convierte también en responsable de la Consejería de Cultura de la Generalidad, dichas 44 piezas deberán ser devueltas a Villanueva de Sigena, autorizando a la Guardia Civil a entrar en el Museo de Lérida y llevárselas, si fuera preciso, por la fuerza.

El Real Monasterio de Santa María de Sigena es un monasterio del siglo XII, situado en el término municipal de Villanueva de Sigena (Monegros, Huesca). La fundación, con monjas de la Orden de San Juan de Jerusalén, tuvo lugar en 1188. Tras largo interregno que cerró el Compromiso de Caspe en 1412, las "Dueñas" de Sigena tomaron partido por el Conde Jaime I de Urgel, por lo que la nueva casa reinante se olvidó de Sigena.

La Desamortización de 1835 privó al convento de la mayor parte de sus bienes y la comunidad fue obligada a abandonarlo, aunque regresaron a él algunos años más tarde. En agosto de 1936, en el ambiente anticlericista de la Guerra Civil Española, el monasterio fue incendiado y arrasado por milicianos anarquistas. Muchas obras de arte fueron destruidas o saqueadas y las tumbas de los reyes de Aragón fueron salvajemente profanadas.

Abandonado por las monjas de San Juan de Jerusalén en 1980, llegaron a Sigena en 1985 un grupo de religiosas de la Familia Monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno, que actualmente lo habitan.