El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de Donald Trum, viene a confirmar lo que Estados Unidos tenía ya acordado desde hace veintidós años y que los sucesivos presidentes USA habían ido demorando hasta que ha llegado el polémico señor Trum.

Se baraja la teoría de que Jerusalén pueda llegar a ser la capital de los dos Estados, Israel y Palestina. Esto, políticamente, no parece viable entre dos Estados antagónicos enzarzados en continuos enfrentamientos. Las dos facciones palestinas, Fatah y Hamás tienen que ponerse de acuerdo para unificar posturas que, primeramente, se entiendan entre palestinos. En principio, aparece una nueva "Intifada" que complicará la situación bélica entre ambos Estados.

Creo oportuno, comentar la experiencia personal que tengo de un viaje realizado en el mes de mayo del año 2010 a Tierra Santa. Fue muy agradable en el aspecto turístico, aunque podía notarse una cierta tensión entre israelíes y palestinos que se veían obligados a una convivencia diaria.

En los día que permanecimos por aquellos lugares bíblicos, las noches la pasábamos en un hotel de Belén, ciudad palestina en la conocida franja de Cisjordania. Durante el día, las visitas las realizábamos casi todas en terreno de Israel.

Lo más significativo de la tensa situación entre Cisjordania e Israel era cada vez que habíamos de pasar en el autocar de una zona a otra. En un punto designado para control, se subían al bus varios soldados israelíes armados hasta los "dientes" y pedían el pasaporte a todos los pasajeros. No hubo mayores complicaciones en ningún momento, pero era un trámite obligatorio e ineludible.

El guía que nos acompañaba en todos los itinerarios era un palestino que conocía a la perfección los lugares que visitamos, como Haifa, donde subimos al Monte Carmelo; Nazaret con sus calle emblemáticas, o Caná de Galilea, donde algunos matrimonios de la expedición aprovecharon para renovar sus promesas matrimoniales.

La travesía por el Mar de Galilea fue una vivencia excepcional para recordar siempre, igual que la subida al Monte Tabor, donde se siente uno transportado en el tiempo contemplando la Basílica de la Transfiguración y varias panorámicas desde aquellas alturas, para rematar aquel día a orillas del Río Jordán con renovación de las promesas del bautismo.

Otro día subimos al Monte de los Olivos, experimentando la vivencia única de recorrer el huerto, la Iglesia de Getsemaní y otros históricos lugares.

Verdaderamente, las madrugadas eran duras, pero había que sacar tiempo para todo: pasar por el Muro de las Lamentaciones, visitar la Basílica de la Natividad, la Gruta del Nacimiento, recorrer la Vía Dolorosa pasando por las estaciones del Vía Crucis y llegar al Calvario y al Santo Sepulcro, requerían jornadas a prueba de resistencia.

Todavía hubo tiempo para sumergirnos en el Mar Muerto, donde pudimos sentir la sensación de haber perdido buena parte del peso de nuestro cuerpo. La densidad del agua es tal que impide hundirse al cuerpo humano aunque lo pretendas. Además, su contenido en sustancias como el calcio, magnesio, potasio y bromo hacen que se sienta uno rejuvenecer con una sola sesión de embadurnarse con aquellos lodos. Claro que, para llegar a tantos lugares en tan pocos días, atravesar el Desierto de Judá, ver la Cueva de los Manuscritos, las ruinas de Jericó y todos los enclaves que ya he mencionado, hay que poner a prueba la resistencia física que deja a uno extenuado para una temporada.